Red Iberoamericana y Africana de Masculinidades RIAM

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Tuesday, October 21, 2008

“Del deporte, la violencia y la masculinidad: ¿hombres vs. mujeres?”


Por: Lic. Dayron Oliva Hernández

Desde el siglo XX hasta la actualidad, el deporte ha dejado a un lado esa imagen romántica vinculada al olimpismo y a la práctica física y sana del cuerpo, para convertirse en todo un gran negocio matizado por el espectáculo, a través del cual la violencia masculina muestra su cara como parte del “hecho de ser hombre”.

Al mismo tiempo, ha estrechado una alianza con los intereses políticos y económicos de muchas naciones en el mundo. Detrás de cada deportista existen significados culturales, se defiende y se gana por la nación, por su cultura o por una determinada marca deportiva, entre otras cosas.

Sin embargo, más allá de todo fin económico o político, la práctica deportiva es una manifestación social y cultural que mucho tiene que ver con la reproducción de modos de comportamientos, capaces de generar y difundir inequidades sociales, como la discriminación por género.

En gran medida, el proceso de construcción de la masculinidad se encuentra determinado tanto por el deporte como por la violencia. Históricamente, el deporte ha sido un espacio de socialización masculina, donde el afán de conquistar a toda costa el triunfo y la competitividad, se confunde con los parámetros culturales que se necesitan para ser un “verdadero hombre”.

A pesar de que a partir del siglo pasado, la presencia femenina en la esfera deportiva haya ganado espacio, incluso que en la cartelera olímpica compita en deportes que en otros tiempos era imposible, todavía subsisten sesgos patriarcales que influyen en la manera de seguir concibiendo el deporte como un santuario eminentemente masculino. Ello de cierta forma está basado en esos modelos tradicionales de masculinidad y feminidad, lo que origina como consecuencia actos discriminatorios en contra de la mujer. No por gusto, en relación a la masculina, el deporte femenino es mayormente menos difundido y popular a nivel mundial.

Cabe entonces preguntarnos ¿acaso las relaciones de género han determinado la concepción de la práctica deportiva? o ¿verdaderamente existe apertura social en cuanto a la mujer en el deporte actual? Tales problemáticas, más otros cuestionamientos, formaron parte del Taller: “Deporte, violencia y masculinidad”, organizado por el profesor Dr. Julio César González Pagés en la Facultad de Filosofía e Historia de la Universidad de La Habana. Este taller estuvo coordinado por el Lic. Maykel Colón Pichardo, y contó con la intervención del Lic. Daniel Alejandro Fernández González y del realizador Ernesto Pérez Zambrano. Además como centro del debate tocó el turno a la proyección del documental “¿Grandes Ligas?” del realizador mencionado, el cual trata sobre las mujeres que practican el béisbol en Cuba, y específicamente acerca del equipo femenino de la capital cubana, así como de todo lo que ha implicado social y culturalmente.

Según el Dr. González Pagés, uno de los objetivos del taller ha sido mostrar que el género es una categoría transversal vinculada a toda nuestra realidad. En tal sentido, comentaba cómo el deporte es parte de las relaciones sociales y culturales.

Asimismo, el Lic. Fernández González, a modo de presentación del documental, afirmaba que, aunque el Béisbol sea reconocido como el deporte nacional, una actividad que ha sido intrínseca de la propia construcción de nuestra nación, nacionalidad y de la identidad cultural, no ha incluido a las mujeres. Es por ello que se preguntaba, a modo de cuestionamiento si ¿Es el deporte nacional de todos los cubanos y cubanas? o era realmente ¿Un deporte esencialmente de hombres?. A su vez, aseveraba cómo a través del documental se patentizaban las relaciones género en la sociedad cubana.

A partir de entrevistas a distintas personas, entrenadores, aficionados hombres, integrantes de la Peña de Parque Central habanero, a las peloteras, a mujeres, el material audiovisual documenta toda lo que entrañó el hecho de que aquellas mujeres cubanas se decidieran a practicar nuestro deporte nacional, el rechazo y el poco apoyo de sus familias, centros laborales, novios, así como de muchos hombres. En realidad, pudimos percatarnos de que muchas de ellas sufren de una especie de triple jornada, ya que se ocupan del trabajo o estudio según el caso, la atención al hogar y el béisbol. Sin embargo, si nos detenemos a analizar que pasa con los hombres que juegan profesionalmente, esa realidad no la padecen, además de gozar de la posibilidad de la licencia deportiva.

Así, el documental narra la toda la discriminación que puede existir en torno a aquellas mujeres que “osan” entrar a un “panteón” tradicionalmente masculino. Los rezagos patriarcales perduran en muchos hombres cubanos, quienes con una actitud machista y como expresión de nuestra masculinidad hegemónica, justificaban sus criterios sexistas en torno a porqué las mujeres no debían jugar “pelota” con frases como: “las mujeres son muñequitas, frágiles y débiles”, “más propia a hacer la comida que a jugar pelota”, “el béisbol siempre ha sido de hombres”, “la mujer que practica pierde su condición, parece un hombre”, entre muchas otras.

Ante la posibilidad de perder poder, los hombres que participan de la masculinidad hegemónica, responden contra las mujeres, con las cualidades que mejor han aprendido, desde la violencia y la discriminación, sustentados principalmente en ese modelo histórico de la feminidad, el cual conceptualizaba a la mujer en torno a un significado doméstico, materno, débil, bello y subordinado. En este sentido, como lo reafirmaba el Dr. González Pagés, alrededor del género y con respecto a las mujeres, el debate social y cultural sigue siendo el mismo al pasado siglo XX; incluso durante la década del cuarenta y del cincuenta de esa centuria, las mujeres cubanas oficialmente realizaban el béisbol, a través de ligas y campeonatos, publicitados por los medios de comunicación de esa época, sin embargo no fue hasta el año 2003 que la Federación de Mujeres Cubanas convocó a las mujeres a conformar equipos de béisbol en todo el territorio nacional, para lo cual fue fundado una única competición anual la Copa “8 de marzo”.

De igual forma, tanto el entrenador como una funcionaria del béisbol femenino cubano, validaban ese patrón cultural femenino, cuando establecían exigencias y normativas a las mujeres peloteras alrededor de mantener toda costa su imagen y estética para que no dejen nunca de “ser mujer”, por lo que entonces, además del imperativo de mejorar cada día como atletas, tienen que tributar al “toque femenino”, pintarse la uñas, arreglarse el pelo y el rostro, para poder demostrar que las mujeres que juegan a la pelota “no padecen de problemas morales”, en franca alusión a ese estereotipo construido sobre aquellas que practican deportes “rudos” y de “hombres”, relacionada con su opción sexual.

A decir del director del documental, el título busca cuestionarse al deporte como hecho de integración social. Por tanto, el género y el estudio de las consecuencias de la masculinidad no sólo son perspectivas analíticas académicas, sino que poseen una importante implicación sociocultural. El género no deja de ser un discurso político e ideológico fundamental. Como bien expresara el Dr. Julio César González Pagés: “nosotros somos la sociedad, nosotros podemos incidir, no esperar que la sociedad haga cambios en cuanto a estas problemáticas”.

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Tuesday, October 14, 2008

“El género a debate campesino: lecciones de un taller”

Por Lic. Dayron Oliva Hernández

A pesar de que la mujer cubana durante el siglo XX obtuviese los mismos derechos políticos y sociales que habían detentados exclusivamente los hombres, incluso que a partir del año 1959 con la Revolución y la creación de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), hayan ganado muchísimo más en cuanto al protagonismo social, ello no significó que dejen de perdurar dentro del actuar y el pensar de muchos hombres rechazos y resistencias a estos cambios representativos. Los actos de discriminación por género que todavía suceden en ámbitos como: citadinos, rurales, familiares, laborales, etc., mucho tiene que ver con los aspectos culturales derivados de la aún no extinta ideología patriarcal y de su modo de construir la masculinidad.
Debatir entonces, sobre feminismo y masculinidad, resulta imperativo aún en la actualidad para nuestra sociedad, pues con esos efectos patriarcales sobre los modelos de masculinidad y feminidad y su incidencia como parte de los hábitos, las costumbres y las tradiciones, se justifican algunos modos de pensar como: “mi mujer tiene que hacer lo que yo diga”, “la mujer no está capacitada para ser jefe”, “las mujeres son para la casa”, entre otras. Toda sociedad se compone de hombres y mujeres, así que para hablar de justicia social hay que asumir que la diferencia biológica de los sexos no es sinónimo de la inequidad por género.
Es comúnmente conocido que en las zonas rurales cubanas, ahí donde se desenvuelve la familia campesina, las tradiciones patriarcales y el machismo tienen raíces muy fuertes. En este sentido, posee gran trascendencia que, el día 9 de octubre, como parte de los cursos que sobre género desarrolla la Escuela Nacional de Capacitación de la ANAP[1] “Niceto Pérez”, se realizara el Taller: “Feminismo y Masculinidad”, ofrecida por la Red Iberoamericana de Masculinidades para un colectivo de más de cien personas, entre mujeres y hombres, quienes son por una parte funcionarios/as de esta organización a nivel municipal y por otra miembros de los distintos Buró Provinciales, que van desde la provincia de Pinar del Río hasta la de Camagüey.
A decir de la Lic. Magdali Cardona, quien se desempeña en la Oficina de Proyectos de la ANAP, este sistema de cursos acerca del género forma parte de todo un proceso que dentro de la ANAP aconteció, principalmente con la puesta en marcha del diagnóstico participativo con enfoque de género que incluyó el 50% de todos los municipios del país, durante el año 2005. Fue entonces, comentaba la funcionaria, que en ese año se instituyó aplicar una estrategia, se creó una Comisión de Género que incidiría a nivel nacional, provincial y municipal. De esta manera, expresaba la Lic. Cardona, se decidió implementar una serie de cursos para capacitar sobre esta temática a los funcionarios/as de todos los niveles. Sin embargo, añadía la misma, ha sido fundamental el apoyo de destacados profesores y profesoras de la Universidad de La Habana y de la Cátedra de la Mujer, como el Dr. Julio César González Pagés, Dra. Teresa Díaz Canals, Dra. Norma Vasallo, Msc. Isabel Moya, entre otros/as.
Por poco más de dos horas se llevó a cabo la conferencia, ante las reacciones que provoca esta problemática y por la expectativa creada alrededor de la joven edad del conferencista menor a la de su auditorio. Así, mediante la explicación de diversos conceptos como feminismo, sistema sexo/género, patriarcado y masculinidad, matizados por las anécdotas y experiencias de ambos lados, se estableció cómo estas problemáticas tienen que ver con la cultura, como significados culturales que configuran el aprendizaje social. De esta forma, cambiar los roles tradicionales que estereotipan a cada modelo genérico, puede ser posible, sobre todo si se llega a entender lo que quiere decir y lo que históricamente ha sido género, feminismo y masculinidad.
Debido al poco conocimiento, en muchas ocasiones, lo mismo mujeres y hombres relacionan equivocadamente al feminismo con una postura radical y que tiende a sustituir el poder masculino por el femenino. Semejante error, provoca malas interpretaciones e incomprensiones. El feminismo no fue más que un movimiento político que buscaba para la mujer, a través de la obtención del sufragio, su reconocimiento como ciudadana y como fuente de derechos en semejanza al hombre. En gran medida, el mismo implicó poner en crisis ese arquetipo femenino tradicional en torno a las labores domésticas y al cuidado de los hijos, además que ello le permitió identificar las causas de porqué su posición subordinada con respecto al hombre. Tal como ha expresado el Dr. Julio César González Pagés, coordinador de la Red Iberoamericana de Masculinidades los logros de la lucha reivindicativa de las feministas cubanas durante el primer tercio del siglo XX[2], es comparable, sin lugar a dudas, con la abolición de la esclavitud en 1886. De modo que, el propio hecho que la ANAP y sus integrantes, constituyan una organización tan imprescindible por su gran impacto social dentro de las comunidades rurales, y que a su vez se preocupe por conocer acerca del movimiento feminista cubano, pues le brinda la posibilidad a las mujeres campesinas tener las necesarias herramientas históricas y culturales para defenderse de cualquier acto machista, que las intente colocar en un status de “inferioridad” y de “incapacidad” tanto social, cultural y económicamente.
Sin embargo, reflexionar sobre la masculinidad tampoco es tarea fácil, principalmente para una colectividad de hombres que al no saber del tema, les produce una gran incomodidad el cuestionarla, pues casi siempre ello se relaciona erróneamente con la homosexualidad. En una sociedad con atisbos patriarcales, fundamentalmente en las comunidades rurales, “el hecho de ser hombre no entra en discusión”, “los hombres son los que mandan”, estas razones contribuyen a que los hombres ante la realidad de que las mujeres ganen en espacio y protagonismo, reaccionen de diversas formas siempre tratando de rechazar y desconocer la revalorización sociocultural femenina. Tal parece que la idea de la pérdida de poder para los hombres es difícil de aceptar, incluso una de las grandes consecuencias de esta contradicción ha sido la recurrencia a ejercer los diversos tipos de violencia desde la psicológica hasta la física. En este sentido, resulta muy importante estudiar la masculinidad, los factores que influyen en esa forma que delimita lo que es “ser un hombre” y cómo debe comportarse.
La manera en que históricamente se ha construido la masculinidad, ha inducido la hegemonía masculina dentro de la sociedad, a la proliferación del machismo aún en activo, a un comportamiento que centra al hombre como principal proveedor familiar, con el poder, con el afán competitivo de siempre ganar y no ser un perdedor, de conquistar y someter a las mujeres, de no mostrar afectos, de practicar la violencia a toda costa, de ser un padre ausente, entre otros. No obstante, no son sólo las mujeres quienes sufren las secuelas de la masculinidad hegemónica, sino también los hombres que no cumplen con esas sobreexigencias, o que por ser homosexual, inmigrante, negro, rural, pobre, etc., son discriminados por aquellos varones que poseen condiciones más “favorables” económicas, racial y culturalmente como ser citadino, heterosexual, blanco, etc. Incluso esa conducta masculina vinculada con la violencia y al poder, llega a ser uno de los causantes de la intolerancia sociocultural, de la violencia doméstica, entre otros aspectos. El hecho que la masculinidad sea una construcción social y una creación cultural más allá de perjudicar, beneficia a que se desarrollen otros “modos de ser hombre” sin necesidad de la violencia, comprensivo, inclusivo, de afrontar una paternidad responsable y afectiva, capaz de tributar a una cultura de paz y a una efectiva cohesión social.
La adopción de una estrategia de género, a partir de la capacitación de sus componentes a todos los niveles, por parte de un organismo tan relevante como la ANAP, una institución con una gran incidencia en la sociedad cubana, principalmente en zonas que pueden ser reacias a esta temática como las rurales, sobre todo en los momentos actuales cuando las comunidades campesinas tendrán un rol fundamental para nuestra sociedad en la reconstrucción agrícola debido a las devastadoras secuelas de los huracanes Gustav e Ike, significa entonces que los vientos que soplarán hacia esa comunidades estarían en pos de la equidad de género, de reconocer el protagonismo y el empoderamiento de la mujer, así como de promover masculinidades no hegemónicas.

[1] Asociación Nacional de Agricultores Pequeños.
[2] Entre ellos se puede citar: la Ley que concedía a la madre la patria potestad y la libre administración de sus bienes (1917), la Ley del divorcio (1918) y la obtención del derecho al voto en 1933.

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Wednesday, October 8, 2008

Reflexiones sobre el taller “Masculinidades en Cuba: raza, deporte, música, sexo y migración”.

Por Jimena Codina González.

Hacer un libro, crearlo, armarlo, es como moldear una escultura, como criar un hijo en poco tiempo, como emprender un largo viaje. El libro Masculinidades en Cuba: raza, deporte, música, sexo y migración tiene como torno, como padre, como camino, al grupo de estudio de masculinidades que dirige el Dr. Julio César Gonzáles Pagés, y que desde hace apenas un par de semanas comenzó a trabajar en aras de éste libro, lo que promete ser una experiencia difícil, fructífera, e inolvidable. Objetivo esencial de este libro es hacer conocer lo que ha sido, lo que es, el trabajo que han realizado, que realizan, jóvenes graduados universitarios en Historia y Sociología indistintamente, en relación a la construcción y deconstrucción de las masculinidades en la mayor de las islas del Caribe.
Sin embargo la unión de estos trabajos, cuya génesis está en sus tesis de licenciatura, todas bajo la tutoría del Dr. Gonzáles Pagés, debe llegar más allá de un ejercicio académico, más allá de sentar las categorías y variables que exige la labor de compilación de trabajos de disímiles temáticas en vistas a una unidad necesaria. Este libro, pretende llegar a ser verdaderamente útil a la sociedad cubana, a las sociedades del mundo, a los hombres de hoy y de mañana, sin que se entienda como algo trillado ni utópico, porque la voluntad de conocer y ser conocidos, de respetar y ser respetados, de elegir y ser elegidos, no es algo manido en ningún tiempo ni espacio posibles. Se debe hacer entonces un libro contextualizado en el debate de ahora, un debate que, como la humanidad misma, goza de una heterogeneidad opulenta. Un debate que habla de raza, de música, de sexo, de deporte, de migración, no es un debate que divide a los hombres, es un debate que nos demuestra lo diferentes y semejantes que a la vez somos, principalmente como resultado de los estereotipos que determinan estilos de vida, estereotipos que se nos develan en cada uno de éstos trabajos como indiscutibles construcciones culturales, ideológicas, sociales. Nos encontraremos entonces ante un libro pionero, un libro que debe ser el primero de otros que aborden también genuinamente el cambio que se opera en las ciencias sociales de nuestro país y del mundo. El ejercicio colectivo que exige el trabajo de un grupo de investigadores multidisciplinarios intenta hacer de éste libro un producto orgánico y contemporáneo, de cara al futuro y de frente a algunas de las problemáticas que enfrentan las sociedades modernas.
Masculinidades en Cuba: raza, deporte, música, sexo y migración, será un libro que aún cambiando de título tendrá una característica intrínseca, la de ser pionero en su tipo y como tal permitirá ver los cambios de se operan en las ciencias sociales de Cuba. Por primera vez se expondrán las más actuales nociones sobre estudios de género y masculinidades, basadas en nuestra historia nacional, en nuestra sociedad, en nuestras vivencias. Sin embargo esto no debe dispensarlo de llegar a ser un libro para lectores universales, pues debe lograr reafirmar que todos los hombres constan de iguales derechos sin importar lo diversos que sean en su formación y actitudes.

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