“El género a debate campesino: lecciones de un taller”
Por Lic. Dayron Oliva Hernández
A pesar de que la mujer cubana durante el siglo XX obtuviese los mismos derechos políticos y sociales que habían detentados exclusivamente los hombres, incluso que a partir del año 1959 con la Revolución y la creación de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), hayan ganado muchísimo más en cuanto al protagonismo social, ello no significó que dejen de perdurar dentro del actuar y el pensar de muchos hombres rechazos y resistencias a estos cambios representativos. Los actos de discriminación por género que todavía suceden en ámbitos como: citadinos, rurales, familiares, laborales, etc., mucho tiene que ver con los aspectos culturales derivados de la aún no extinta ideología patriarcal y de su modo de construir la masculinidad.
Debatir entonces, sobre feminismo y masculinidad, resulta imperativo aún en la actualidad para nuestra sociedad, pues con esos efectos patriarcales sobre los modelos de masculinidad y feminidad y su incidencia como parte de los hábitos, las costumbres y las tradiciones, se justifican algunos modos de pensar como: “mi mujer tiene que hacer lo que yo diga”, “la mujer no está capacitada para ser jefe”, “las mujeres son para la casa”, entre otras. Toda sociedad se compone de hombres y mujeres, así que para hablar de justicia social hay que asumir que la diferencia biológica de los sexos no es sinónimo de la inequidad por género.
Es comúnmente conocido que en las zonas rurales cubanas, ahí donde se desenvuelve la familia campesina, las tradiciones patriarcales y el machismo tienen raíces muy fuertes. En este sentido, posee gran trascendencia que, el día 9 de octubre, como parte de los cursos que sobre género desarrolla la Escuela Nacional de Capacitación de la ANAP[1] “Niceto Pérez”, se realizara el Taller: “Feminismo y Masculinidad”, ofrecida por la Red Iberoamericana de Masculinidades para un colectivo de más de cien personas, entre mujeres y hombres, quienes son por una parte funcionarios/as de esta organización a nivel municipal y por otra miembros de los distintos Buró Provinciales, que van desde la provincia de Pinar del Río hasta la de Camagüey.
A decir de la Lic. Magdali Cardona, quien se desempeña en la Oficina de Proyectos de la ANAP, este sistema de cursos acerca del género forma parte de todo un proceso que dentro de la ANAP aconteció, principalmente con la puesta en marcha del diagnóstico participativo con enfoque de género que incluyó el 50% de todos los municipios del país, durante el año 2005. Fue entonces, comentaba la funcionaria, que en ese año se instituyó aplicar una estrategia, se creó una Comisión de Género que incidiría a nivel nacional, provincial y municipal. De esta manera, expresaba la Lic. Cardona, se decidió implementar una serie de cursos para capacitar sobre esta temática a los funcionarios/as de todos los niveles. Sin embargo, añadía la misma, ha sido fundamental el apoyo de destacados profesores y profesoras de la Universidad de La Habana y de la Cátedra de la Mujer, como el Dr. Julio César González Pagés, Dra. Teresa Díaz Canals, Dra. Norma Vasallo, Msc. Isabel Moya, entre otros/as.
Por poco más de dos horas se llevó a cabo la conferencia, ante las reacciones que provoca esta problemática y por la expectativa creada alrededor de la joven edad del conferencista menor a la de su auditorio. Así, mediante la explicación de diversos conceptos como feminismo, sistema sexo/género, patriarcado y masculinidad, matizados por las anécdotas y experiencias de ambos lados, se estableció cómo estas problemáticas tienen que ver con la cultura, como significados culturales que configuran el aprendizaje social. De esta forma, cambiar los roles tradicionales que estereotipan a cada modelo genérico, puede ser posible, sobre todo si se llega a entender lo que quiere decir y lo que históricamente ha sido género, feminismo y masculinidad.
Debido al poco conocimiento, en muchas ocasiones, lo mismo mujeres y hombres relacionan equivocadamente al feminismo con una postura radical y que tiende a sustituir el poder masculino por el femenino. Semejante error, provoca malas interpretaciones e incomprensiones. El feminismo no fue más que un movimiento político que buscaba para la mujer, a través de la obtención del sufragio, su reconocimiento como ciudadana y como fuente de derechos en semejanza al hombre. En gran medida, el mismo implicó poner en crisis ese arquetipo femenino tradicional en torno a las labores domésticas y al cuidado de los hijos, además que ello le permitió identificar las causas de porqué su posición subordinada con respecto al hombre. Tal como ha expresado el Dr. Julio César González Pagés, coordinador de la Red Iberoamericana de Masculinidades los logros de la lucha reivindicativa de las feministas cubanas durante el primer tercio del siglo XX[2], es comparable, sin lugar a dudas, con la abolición de la esclavitud en 1886. De modo que, el propio hecho que la ANAP y sus integrantes, constituyan una organización tan imprescindible por su gran impacto social dentro de las comunidades rurales, y que a su vez se preocupe por conocer acerca del movimiento feminista cubano, pues le brinda la posibilidad a las mujeres campesinas tener las necesarias herramientas históricas y culturales para defenderse de cualquier acto machista, que las intente colocar en un status de “inferioridad” y de “incapacidad” tanto social, cultural y económicamente.
Sin embargo, reflexionar sobre la masculinidad tampoco es tarea fácil, principalmente para una colectividad de hombres que al no saber del tema, les produce una gran incomodidad el cuestionarla, pues casi siempre ello se relaciona erróneamente con la homosexualidad. En una sociedad con atisbos patriarcales, fundamentalmente en las comunidades rurales, “el hecho de ser hombre no entra en discusión”, “los hombres son los que mandan”, estas razones contribuyen a que los hombres ante la realidad de que las mujeres ganen en espacio y protagonismo, reaccionen de diversas formas siempre tratando de rechazar y desconocer la revalorización sociocultural femenina. Tal parece que la idea de la pérdida de poder para los hombres es difícil de aceptar, incluso una de las grandes consecuencias de esta contradicción ha sido la recurrencia a ejercer los diversos tipos de violencia desde la psicológica hasta la física. En este sentido, resulta muy importante estudiar la masculinidad, los factores que influyen en esa forma que delimita lo que es “ser un hombre” y cómo debe comportarse.
La manera en que históricamente se ha construido la masculinidad, ha inducido la hegemonía masculina dentro de la sociedad, a la proliferación del machismo aún en activo, a un comportamiento que centra al hombre como principal proveedor familiar, con el poder, con el afán competitivo de siempre ganar y no ser un perdedor, de conquistar y someter a las mujeres, de no mostrar afectos, de practicar la violencia a toda costa, de ser un padre ausente, entre otros. No obstante, no son sólo las mujeres quienes sufren las secuelas de la masculinidad hegemónica, sino también los hombres que no cumplen con esas sobreexigencias, o que por ser homosexual, inmigrante, negro, rural, pobre, etc., son discriminados por aquellos varones que poseen condiciones más “favorables” económicas, racial y culturalmente como ser citadino, heterosexual, blanco, etc. Incluso esa conducta masculina vinculada con la violencia y al poder, llega a ser uno de los causantes de la intolerancia sociocultural, de la violencia doméstica, entre otros aspectos. El hecho que la masculinidad sea una construcción social y una creación cultural más allá de perjudicar, beneficia a que se desarrollen otros “modos de ser hombre” sin necesidad de la violencia, comprensivo, inclusivo, de afrontar una paternidad responsable y afectiva, capaz de tributar a una cultura de paz y a una efectiva cohesión social.
La adopción de una estrategia de género, a partir de la capacitación de sus componentes a todos los niveles, por parte de un organismo tan relevante como la ANAP, una institución con una gran incidencia en la sociedad cubana, principalmente en zonas que pueden ser reacias a esta temática como las rurales, sobre todo en los momentos actuales cuando las comunidades campesinas tendrán un rol fundamental para nuestra sociedad en la reconstrucción agrícola debido a las devastadoras secuelas de los huracanes Gustav e Ike, significa entonces que los vientos que soplarán hacia esa comunidades estarían en pos de la equidad de género, de reconocer el protagonismo y el empoderamiento de la mujer, así como de promover masculinidades no hegemónicas.
[1] Asociación Nacional de Agricultores Pequeños.
[2] Entre ellos se puede citar: la Ley que concedía a la madre la patria potestad y la libre administración de sus bienes (1917), la Ley del divorcio (1918) y la obtención del derecho al voto en 1933.
A pesar de que la mujer cubana durante el siglo XX obtuviese los mismos derechos políticos y sociales que habían detentados exclusivamente los hombres, incluso que a partir del año 1959 con la Revolución y la creación de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), hayan ganado muchísimo más en cuanto al protagonismo social, ello no significó que dejen de perdurar dentro del actuar y el pensar de muchos hombres rechazos y resistencias a estos cambios representativos. Los actos de discriminación por género que todavía suceden en ámbitos como: citadinos, rurales, familiares, laborales, etc., mucho tiene que ver con los aspectos culturales derivados de la aún no extinta ideología patriarcal y de su modo de construir la masculinidad.
Debatir entonces, sobre feminismo y masculinidad, resulta imperativo aún en la actualidad para nuestra sociedad, pues con esos efectos patriarcales sobre los modelos de masculinidad y feminidad y su incidencia como parte de los hábitos, las costumbres y las tradiciones, se justifican algunos modos de pensar como: “mi mujer tiene que hacer lo que yo diga”, “la mujer no está capacitada para ser jefe”, “las mujeres son para la casa”, entre otras. Toda sociedad se compone de hombres y mujeres, así que para hablar de justicia social hay que asumir que la diferencia biológica de los sexos no es sinónimo de la inequidad por género.
Es comúnmente conocido que en las zonas rurales cubanas, ahí donde se desenvuelve la familia campesina, las tradiciones patriarcales y el machismo tienen raíces muy fuertes. En este sentido, posee gran trascendencia que, el día 9 de octubre, como parte de los cursos que sobre género desarrolla la Escuela Nacional de Capacitación de la ANAP[1] “Niceto Pérez”, se realizara el Taller: “Feminismo y Masculinidad”, ofrecida por la Red Iberoamericana de Masculinidades para un colectivo de más de cien personas, entre mujeres y hombres, quienes son por una parte funcionarios/as de esta organización a nivel municipal y por otra miembros de los distintos Buró Provinciales, que van desde la provincia de Pinar del Río hasta la de Camagüey.
A decir de la Lic. Magdali Cardona, quien se desempeña en la Oficina de Proyectos de la ANAP, este sistema de cursos acerca del género forma parte de todo un proceso que dentro de la ANAP aconteció, principalmente con la puesta en marcha del diagnóstico participativo con enfoque de género que incluyó el 50% de todos los municipios del país, durante el año 2005. Fue entonces, comentaba la funcionaria, que en ese año se instituyó aplicar una estrategia, se creó una Comisión de Género que incidiría a nivel nacional, provincial y municipal. De esta manera, expresaba la Lic. Cardona, se decidió implementar una serie de cursos para capacitar sobre esta temática a los funcionarios/as de todos los niveles. Sin embargo, añadía la misma, ha sido fundamental el apoyo de destacados profesores y profesoras de la Universidad de La Habana y de la Cátedra de la Mujer, como el Dr. Julio César González Pagés, Dra. Teresa Díaz Canals, Dra. Norma Vasallo, Msc. Isabel Moya, entre otros/as.
Por poco más de dos horas se llevó a cabo la conferencia, ante las reacciones que provoca esta problemática y por la expectativa creada alrededor de la joven edad del conferencista menor a la de su auditorio. Así, mediante la explicación de diversos conceptos como feminismo, sistema sexo/género, patriarcado y masculinidad, matizados por las anécdotas y experiencias de ambos lados, se estableció cómo estas problemáticas tienen que ver con la cultura, como significados culturales que configuran el aprendizaje social. De esta forma, cambiar los roles tradicionales que estereotipan a cada modelo genérico, puede ser posible, sobre todo si se llega a entender lo que quiere decir y lo que históricamente ha sido género, feminismo y masculinidad.
Debido al poco conocimiento, en muchas ocasiones, lo mismo mujeres y hombres relacionan equivocadamente al feminismo con una postura radical y que tiende a sustituir el poder masculino por el femenino. Semejante error, provoca malas interpretaciones e incomprensiones. El feminismo no fue más que un movimiento político que buscaba para la mujer, a través de la obtención del sufragio, su reconocimiento como ciudadana y como fuente de derechos en semejanza al hombre. En gran medida, el mismo implicó poner en crisis ese arquetipo femenino tradicional en torno a las labores domésticas y al cuidado de los hijos, además que ello le permitió identificar las causas de porqué su posición subordinada con respecto al hombre. Tal como ha expresado el Dr. Julio César González Pagés, coordinador de la Red Iberoamericana de Masculinidades los logros de la lucha reivindicativa de las feministas cubanas durante el primer tercio del siglo XX[2], es comparable, sin lugar a dudas, con la abolición de la esclavitud en 1886. De modo que, el propio hecho que la ANAP y sus integrantes, constituyan una organización tan imprescindible por su gran impacto social dentro de las comunidades rurales, y que a su vez se preocupe por conocer acerca del movimiento feminista cubano, pues le brinda la posibilidad a las mujeres campesinas tener las necesarias herramientas históricas y culturales para defenderse de cualquier acto machista, que las intente colocar en un status de “inferioridad” y de “incapacidad” tanto social, cultural y económicamente.
Sin embargo, reflexionar sobre la masculinidad tampoco es tarea fácil, principalmente para una colectividad de hombres que al no saber del tema, les produce una gran incomodidad el cuestionarla, pues casi siempre ello se relaciona erróneamente con la homosexualidad. En una sociedad con atisbos patriarcales, fundamentalmente en las comunidades rurales, “el hecho de ser hombre no entra en discusión”, “los hombres son los que mandan”, estas razones contribuyen a que los hombres ante la realidad de que las mujeres ganen en espacio y protagonismo, reaccionen de diversas formas siempre tratando de rechazar y desconocer la revalorización sociocultural femenina. Tal parece que la idea de la pérdida de poder para los hombres es difícil de aceptar, incluso una de las grandes consecuencias de esta contradicción ha sido la recurrencia a ejercer los diversos tipos de violencia desde la psicológica hasta la física. En este sentido, resulta muy importante estudiar la masculinidad, los factores que influyen en esa forma que delimita lo que es “ser un hombre” y cómo debe comportarse.
La manera en que históricamente se ha construido la masculinidad, ha inducido la hegemonía masculina dentro de la sociedad, a la proliferación del machismo aún en activo, a un comportamiento que centra al hombre como principal proveedor familiar, con el poder, con el afán competitivo de siempre ganar y no ser un perdedor, de conquistar y someter a las mujeres, de no mostrar afectos, de practicar la violencia a toda costa, de ser un padre ausente, entre otros. No obstante, no son sólo las mujeres quienes sufren las secuelas de la masculinidad hegemónica, sino también los hombres que no cumplen con esas sobreexigencias, o que por ser homosexual, inmigrante, negro, rural, pobre, etc., son discriminados por aquellos varones que poseen condiciones más “favorables” económicas, racial y culturalmente como ser citadino, heterosexual, blanco, etc. Incluso esa conducta masculina vinculada con la violencia y al poder, llega a ser uno de los causantes de la intolerancia sociocultural, de la violencia doméstica, entre otros aspectos. El hecho que la masculinidad sea una construcción social y una creación cultural más allá de perjudicar, beneficia a que se desarrollen otros “modos de ser hombre” sin necesidad de la violencia, comprensivo, inclusivo, de afrontar una paternidad responsable y afectiva, capaz de tributar a una cultura de paz y a una efectiva cohesión social.
La adopción de una estrategia de género, a partir de la capacitación de sus componentes a todos los niveles, por parte de un organismo tan relevante como la ANAP, una institución con una gran incidencia en la sociedad cubana, principalmente en zonas que pueden ser reacias a esta temática como las rurales, sobre todo en los momentos actuales cuando las comunidades campesinas tendrán un rol fundamental para nuestra sociedad en la reconstrucción agrícola debido a las devastadoras secuelas de los huracanes Gustav e Ike, significa entonces que los vientos que soplarán hacia esa comunidades estarían en pos de la equidad de género, de reconocer el protagonismo y el empoderamiento de la mujer, así como de promover masculinidades no hegemónicas.
[1] Asociación Nacional de Agricultores Pequeños.
[2] Entre ellos se puede citar: la Ley que concedía a la madre la patria potestad y la libre administración de sus bienes (1917), la Ley del divorcio (1918) y la obtención del derecho al voto en 1933.
Labels: familia, isabel moya, julio cesar gonzalez pages, masculinidades, mujer, red iberoamericana de masculinidades, rural
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