“Del deporte, la violencia y la masculinidad: ¿hombres vs. mujeres?”
Por: Lic. Dayron Oliva Hernández
Desde el siglo XX hasta la actualidad, el deporte ha dejado a un lado esa imagen romántica vinculada al olimpismo y a la práctica física y sana del cuerpo, para convertirse en todo un gran negocio matizado por el espectáculo, a través del cual la violencia masculina muestra su cara como parte del “hecho de ser hombre”.
Al mismo tiempo, ha estrechado una alianza con los intereses políticos y económicos de muchas naciones en el mundo. Detrás de cada deportista existen significados culturales, se defiende y se gana por la nación, por su cultura o por una determinada marca deportiva, entre otras cosas.
Sin embargo, más allá de todo fin económico o político, la práctica deportiva es una manifestación social y cultural que mucho tiene que ver con la reproducción de modos de comportamientos, capaces de generar y difundir inequidades sociales, como la discriminación por género.
En gran medida, el proceso de construcción de la masculinidad se encuentra determinado tanto por el deporte como por la violencia. Históricamente, el deporte ha sido un espacio de socialización masculina, donde el afán de conquistar a toda costa el triunfo y la competitividad, se confunde con los parámetros culturales que se necesitan para ser un “verdadero hombre”.
A pesar de que a partir del siglo pasado, la presencia femenina en la esfera deportiva haya ganado espacio, incluso que en la cartelera olímpica compita en deportes que en otros tiempos era imposible, todavía subsisten sesgos patriarcales que influyen en la manera de seguir concibiendo el deporte como un santuario eminentemente masculino. Ello de cierta forma está basado en esos modelos tradicionales de masculinidad y feminidad, lo que origina como consecuencia actos discriminatorios en contra de la mujer. No por gusto, en relación a la masculina, el deporte femenino es mayormente menos difundido y popular a nivel mundial.
Cabe entonces preguntarnos ¿acaso las relaciones de género han determinado la concepción de la práctica deportiva? o ¿verdaderamente existe apertura social en cuanto a la mujer en el deporte actual? Tales problemáticas, más otros cuestionamientos, formaron parte del Taller: “Deporte, violencia y masculinidad”, organizado por el profesor Dr. Julio César González Pagés en la Facultad de Filosofía e Historia de la Universidad de La Habana. Este taller estuvo coordinado por el Lic. Maykel Colón Pichardo, y contó con la intervención del Lic. Daniel Alejandro Fernández González y del realizador Ernesto Pérez Zambrano. Además como centro del debate tocó el turno a la proyección del documental “¿Grandes Ligas?” del realizador mencionado, el cual trata sobre las mujeres que practican el béisbol en Cuba, y específicamente acerca del equipo femenino de la capital cubana, así como de todo lo que ha implicado social y culturalmente.
Según el Dr. González Pagés, uno de los objetivos del taller ha sido mostrar que el género es una categoría transversal vinculada a toda nuestra realidad. En tal sentido, comentaba cómo el deporte es parte de las relaciones sociales y culturales.
Asimismo, el Lic. Fernández González, a modo de presentación del documental, afirmaba que, aunque el Béisbol sea reconocido como el deporte nacional, una actividad que ha sido intrínseca de la propia construcción de nuestra nación, nacionalidad y de la identidad cultural, no ha incluido a las mujeres. Es por ello que se preguntaba, a modo de cuestionamiento si ¿Es el deporte nacional de todos los cubanos y cubanas? o era realmente ¿Un deporte esencialmente de hombres?. A su vez, aseveraba cómo a través del documental se patentizaban las relaciones género en la sociedad cubana.
A partir de entrevistas a distintas personas, entrenadores, aficionados hombres, integrantes de la Peña de Parque Central habanero, a las peloteras, a mujeres, el material audiovisual documenta toda lo que entrañó el hecho de que aquellas mujeres cubanas se decidieran a practicar nuestro deporte nacional, el rechazo y el poco apoyo de sus familias, centros laborales, novios, así como de muchos hombres. En realidad, pudimos percatarnos de que muchas de ellas sufren de una especie de triple jornada, ya que se ocupan del trabajo o estudio según el caso, la atención al hogar y el béisbol. Sin embargo, si nos detenemos a analizar que pasa con los hombres que juegan profesionalmente, esa realidad no la padecen, además de gozar de la posibilidad de la licencia deportiva.
Así, el documental narra la toda la discriminación que puede existir en torno a aquellas mujeres que “osan” entrar a un “panteón” tradicionalmente masculino. Los rezagos patriarcales perduran en muchos hombres cubanos, quienes con una actitud machista y como expresión de nuestra masculinidad hegemónica, justificaban sus criterios sexistas en torno a porqué las mujeres no debían jugar “pelota” con frases como: “las mujeres son muñequitas, frágiles y débiles”, “más propia a hacer la comida que a jugar pelota”, “el béisbol siempre ha sido de hombres”, “la mujer que practica pierde su condición, parece un hombre”, entre muchas otras.
Ante la posibilidad de perder poder, los hombres que participan de la masculinidad hegemónica, responden contra las mujeres, con las cualidades que mejor han aprendido, desde la violencia y la discriminación, sustentados principalmente en ese modelo histórico de la feminidad, el cual conceptualizaba a la mujer en torno a un significado doméstico, materno, débil, bello y subordinado. En este sentido, como lo reafirmaba el Dr. González Pagés, alrededor del género y con respecto a las mujeres, el debate social y cultural sigue siendo el mismo al pasado siglo XX; incluso durante la década del cuarenta y del cincuenta de esa centuria, las mujeres cubanas oficialmente realizaban el béisbol, a través de ligas y campeonatos, publicitados por los medios de comunicación de esa época, sin embargo no fue hasta el año 2003 que la Federación de Mujeres Cubanas convocó a las mujeres a conformar equipos de béisbol en todo el territorio nacional, para lo cual fue fundado una única competición anual la Copa “8 de marzo”.
De igual forma, tanto el entrenador como una funcionaria del béisbol femenino cubano, validaban ese patrón cultural femenino, cuando establecían exigencias y normativas a las mujeres peloteras alrededor de mantener toda costa su imagen y estética para que no dejen nunca de “ser mujer”, por lo que entonces, además del imperativo de mejorar cada día como atletas, tienen que tributar al “toque femenino”, pintarse la uñas, arreglarse el pelo y el rostro, para poder demostrar que las mujeres que juegan a la pelota “no padecen de problemas morales”, en franca alusión a ese estereotipo construido sobre aquellas que practican deportes “rudos” y de “hombres”, relacionada con su opción sexual.
A decir del director del documental, el título busca cuestionarse al deporte como hecho de integración social. Por tanto, el género y el estudio de las consecuencias de la masculinidad no sólo son perspectivas analíticas académicas, sino que poseen una importante implicación sociocultural. El género no deja de ser un discurso político e ideológico fundamental. Como bien expresara el Dr. Julio César González Pagés: “nosotros somos la sociedad, nosotros podemos incidir, no esperar que la sociedad haga cambios en cuanto a estas problemáticas”.
Desde el siglo XX hasta la actualidad, el deporte ha dejado a un lado esa imagen romántica vinculada al olimpismo y a la práctica física y sana del cuerpo, para convertirse en todo un gran negocio matizado por el espectáculo, a través del cual la violencia masculina muestra su cara como parte del “hecho de ser hombre”.
Al mismo tiempo, ha estrechado una alianza con los intereses políticos y económicos de muchas naciones en el mundo. Detrás de cada deportista existen significados culturales, se defiende y se gana por la nación, por su cultura o por una determinada marca deportiva, entre otras cosas.
Sin embargo, más allá de todo fin económico o político, la práctica deportiva es una manifestación social y cultural que mucho tiene que ver con la reproducción de modos de comportamientos, capaces de generar y difundir inequidades sociales, como la discriminación por género.
En gran medida, el proceso de construcción de la masculinidad se encuentra determinado tanto por el deporte como por la violencia. Históricamente, el deporte ha sido un espacio de socialización masculina, donde el afán de conquistar a toda costa el triunfo y la competitividad, se confunde con los parámetros culturales que se necesitan para ser un “verdadero hombre”.
A pesar de que a partir del siglo pasado, la presencia femenina en la esfera deportiva haya ganado espacio, incluso que en la cartelera olímpica compita en deportes que en otros tiempos era imposible, todavía subsisten sesgos patriarcales que influyen en la manera de seguir concibiendo el deporte como un santuario eminentemente masculino. Ello de cierta forma está basado en esos modelos tradicionales de masculinidad y feminidad, lo que origina como consecuencia actos discriminatorios en contra de la mujer. No por gusto, en relación a la masculina, el deporte femenino es mayormente menos difundido y popular a nivel mundial.
Cabe entonces preguntarnos ¿acaso las relaciones de género han determinado la concepción de la práctica deportiva? o ¿verdaderamente existe apertura social en cuanto a la mujer en el deporte actual? Tales problemáticas, más otros cuestionamientos, formaron parte del Taller: “Deporte, violencia y masculinidad”, organizado por el profesor Dr. Julio César González Pagés en la Facultad de Filosofía e Historia de la Universidad de La Habana. Este taller estuvo coordinado por el Lic. Maykel Colón Pichardo, y contó con la intervención del Lic. Daniel Alejandro Fernández González y del realizador Ernesto Pérez Zambrano. Además como centro del debate tocó el turno a la proyección del documental “¿Grandes Ligas?” del realizador mencionado, el cual trata sobre las mujeres que practican el béisbol en Cuba, y específicamente acerca del equipo femenino de la capital cubana, así como de todo lo que ha implicado social y culturalmente.
Según el Dr. González Pagés, uno de los objetivos del taller ha sido mostrar que el género es una categoría transversal vinculada a toda nuestra realidad. En tal sentido, comentaba cómo el deporte es parte de las relaciones sociales y culturales.
Asimismo, el Lic. Fernández González, a modo de presentación del documental, afirmaba que, aunque el Béisbol sea reconocido como el deporte nacional, una actividad que ha sido intrínseca de la propia construcción de nuestra nación, nacionalidad y de la identidad cultural, no ha incluido a las mujeres. Es por ello que se preguntaba, a modo de cuestionamiento si ¿Es el deporte nacional de todos los cubanos y cubanas? o era realmente ¿Un deporte esencialmente de hombres?. A su vez, aseveraba cómo a través del documental se patentizaban las relaciones género en la sociedad cubana.
A partir de entrevistas a distintas personas, entrenadores, aficionados hombres, integrantes de la Peña de Parque Central habanero, a las peloteras, a mujeres, el material audiovisual documenta toda lo que entrañó el hecho de que aquellas mujeres cubanas se decidieran a practicar nuestro deporte nacional, el rechazo y el poco apoyo de sus familias, centros laborales, novios, así como de muchos hombres. En realidad, pudimos percatarnos de que muchas de ellas sufren de una especie de triple jornada, ya que se ocupan del trabajo o estudio según el caso, la atención al hogar y el béisbol. Sin embargo, si nos detenemos a analizar que pasa con los hombres que juegan profesionalmente, esa realidad no la padecen, además de gozar de la posibilidad de la licencia deportiva.
Así, el documental narra la toda la discriminación que puede existir en torno a aquellas mujeres que “osan” entrar a un “panteón” tradicionalmente masculino. Los rezagos patriarcales perduran en muchos hombres cubanos, quienes con una actitud machista y como expresión de nuestra masculinidad hegemónica, justificaban sus criterios sexistas en torno a porqué las mujeres no debían jugar “pelota” con frases como: “las mujeres son muñequitas, frágiles y débiles”, “más propia a hacer la comida que a jugar pelota”, “el béisbol siempre ha sido de hombres”, “la mujer que practica pierde su condición, parece un hombre”, entre muchas otras.
Ante la posibilidad de perder poder, los hombres que participan de la masculinidad hegemónica, responden contra las mujeres, con las cualidades que mejor han aprendido, desde la violencia y la discriminación, sustentados principalmente en ese modelo histórico de la feminidad, el cual conceptualizaba a la mujer en torno a un significado doméstico, materno, débil, bello y subordinado. En este sentido, como lo reafirmaba el Dr. González Pagés, alrededor del género y con respecto a las mujeres, el debate social y cultural sigue siendo el mismo al pasado siglo XX; incluso durante la década del cuarenta y del cincuenta de esa centuria, las mujeres cubanas oficialmente realizaban el béisbol, a través de ligas y campeonatos, publicitados por los medios de comunicación de esa época, sin embargo no fue hasta el año 2003 que la Federación de Mujeres Cubanas convocó a las mujeres a conformar equipos de béisbol en todo el territorio nacional, para lo cual fue fundado una única competición anual la Copa “8 de marzo”.
De igual forma, tanto el entrenador como una funcionaria del béisbol femenino cubano, validaban ese patrón cultural femenino, cuando establecían exigencias y normativas a las mujeres peloteras alrededor de mantener toda costa su imagen y estética para que no dejen nunca de “ser mujer”, por lo que entonces, además del imperativo de mejorar cada día como atletas, tienen que tributar al “toque femenino”, pintarse la uñas, arreglarse el pelo y el rostro, para poder demostrar que las mujeres que juegan a la pelota “no padecen de problemas morales”, en franca alusión a ese estereotipo construido sobre aquellas que practican deportes “rudos” y de “hombres”, relacionada con su opción sexual.
A decir del director del documental, el título busca cuestionarse al deporte como hecho de integración social. Por tanto, el género y el estudio de las consecuencias de la masculinidad no sólo son perspectivas analíticas académicas, sino que poseen una importante implicación sociocultural. El género no deja de ser un discurso político e ideológico fundamental. Como bien expresara el Dr. Julio César González Pagés: “nosotros somos la sociedad, nosotros podemos incidir, no esperar que la sociedad haga cambios en cuanto a estas problemáticas”.
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