Feminismo y masculinidades al debate
Por: Wilfredo Pomares Ángel
Los hombres tras el Feminismo,
texto de la psicóloga especialista en temas de género Lynne Segal, fue el
lietmotiv de la tertulia que sesionó durante cuatro horas el lunes 23 de julio
de 2012, a partir de las 9:30 am. El grupo de estudio de masculinidades en Cuba
de la Red Iberoamericana y Africana de Masculinidades, que coordina el Dr. Julio César González Pagés,
recibimos con expectativas al intelectual feminista Dr. Alejandro Martínez
González, profesor de la Universidad de Lasalle, quien moderó el encuentro
académico. Fue un ejercicio de pedagogía crítica, “las tertulias dialógicas
–explicaba Alejandro – nos permiten organizar y sistematizar información, para
podernos expresar ante el grupo que a su vez nos devolverá nuevas dudas e informaciones”,
el resultado de esta experiencia fue el desarrollo del conocimiento grupal a la
par de criterios individuales.
Participantes en la tertulia de la Red Iberoamericana y Africana de Masculinidades RIAM en la Habana
El
texto que debatimos, forma parte de la compilación …………., se trata de una
valoración analítica del estado del tema de los estudios de masculinidad y de
las implicaciones que supone para l@s invertigador@s feministas las llamadas
crisis de la masculinidad, Segal contextualiza estas crisis en el amplio
contexto de “la vulnerabilidad común humana”, proponiendo una actualización del
enfoque pro feminista en los estudios de masculinidad, de forma que se tome
como presupuesto que la contradictoriedad de la realidad avala que los nuevos
resultadas estén cargados de contradicciones.
A
lo largo del debate suscitado todo parecía dar cuenta de estas contradicciones,
las dudas que fuimos expresando necesitaron muchas veces de respuestas
complejas o abiertas, o una reformulación de la misma duda como respuesta más
sincera:
¿Qué
masculinidad está en crisis? El texto hace referencia a ciertos cambios de la
cultura popular en forma de asumir la masculinidad, pero ¿acaso eso significa
que existen nuevos patrones de masculinidad hegemónica, y que en sentido
general se asumen otras maneras menos agresivas de ejercer la masculinidad?
¿Qué hay de los grupos de varones en los que no está ocurriendo eso?; y sobre
todo: ¿cómo explicar todo lo anterior en un contexto de guerra como parte
esencial de la agenda global, acompañada de ideologías marginalizantes,
fundamentalismo religioso, nacionalismos radicales, conflictos étnicos, formas
de pensamiento que legitiman y se legitiman en un machismo agresivo como
componente imprescindible para la invasión y conquista militar? Esa es la
contradicción, surgen nuevas formas de ser hombre más justas dentro del sistema
sexo-género, pero a nivel global la violencia (y la violencia de género
específicamente) crece exponencialmente.
Unas
de las preguntas que generaron más discusiones es la pregunta sobre el papel
determinante de los roles en la identidad de género: ¿cambiando los roles se
cambia la masculinidad?
La
respuesta no es de simplemente negar o afirmar, definitivamente hay roles que
deben cambiar, pero otros nuevos, y ese el gran reto. No basta con cambiar
discursivamente; fue un momento en que paramos de teorizar de forma
intelectualizante para preguntarnos por lo programático ¿a dónde queremos ir?,
la palabra de orden fue cambio, pero ¿qué tipo de cambio? Si, por ejemplo,
ingresan cada vez más mujeres a los puestos de poder como decisoras pero siguen
reproduciendo los cánones masculinos de dirección ¿cuánta equidad logramos?
Otro asunto sería ¿cómo promover una cultura de paz cuando aún nos fascina la
guerra como tema histórico, literario, cinematográfico, etc.?
Un
discurso feminista no es coherente cuando en nuestras prácticas legitimamos
conductas violentas intra-genéricas, o cuando invisibilizamos o tachamos a las
mujeres sólo por su condición de género. El cambio que debe ser planteado desde
el feminismo no es sencillo para los hombres porque ostentamos posiciones
privilegiadas en el sistema sexo género; pero es una propuesta humanizadora en
tanto pasa por dejar de ver a las personas como objetos de satisfacción, para
verlas como sujetos: hombres y mujeres con una sensibilidad justo como la tuya
o la mía.
En
ese sentido es que nos resulta importante la interacción grupal cuando
perseguimos estos objetivo de cambios empezando por nostr@s mism@s, porque
siempre habrá otra persona que pueda visibilizar las conductas que tenemos
inconscientizadas, y el debate es una herramienta útil para deconstruir
nuestras prácticas.
Entre
los cambios en nuestras conductas cotidianas que nos plantea el feminismo está
el compromiso intelectual a vencer nuestras lagunas teóricas: a raíz de las
referencias que el texto hace sobre la llamada Teoría Queer, se suscitaron
otras dudas sobre si sería justa una sociedad sin géneros, ya que la dicotomía
estructural que plantea el sistema sexo genero podría reforzar la
heteronormatividad e invisibilizar otros grupos sociales; o si la solución
justa y coherente sería ampliar el concepto que hasta ahora usamos de género.
¿hasta qué punto definen las prácticas sexuales a las practicas genéricas?
Nos
descubrimos, para nuestro propio asombro, llenos de tabúes corporales, al
reaccionar negativamente o en forma de burla a la justa provocación del texto
al “evento erótico de estar dispuesto a alegremente a ser penetrado oral y
analmente” como forma de desterritorializar los cuerpos de los hombres. Ser
hombres que estudiamos género nos hace aptos para el entendimiento, pero la
comprensión nos la arrebató nuestra propia heteronormatividad latente: el temor
número uno de la masculinidad dominante nos sesgó a pensar el mentado “evento
erótico” sólo como una actividad homosexual. Lo que nos puede hacer pensar
sobre qué tan homofóbicos podemos llegar a ser.
Este
encuentro nos sirvió para reafirmar la muerte del divorcio positivista entre
teoría y práctica, nos impulsa a buscar formas coherentes para vivir
transformando nuestras prácticas progamáticamente ajustados al feminismo. Pero
sobre todo aprendimos lo difícil que es hablar de l@s otr@s sin hacerlo de
nosotr@s mism@s.
Si
no nos descubrimos como hombres detrás del feminismo, tal vez si lo hicimos
como personas dispuestas a construir alternativas con el feminismo por delante.
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