Reflexión sobre el concepto de masculinidades en Cuba
Por Maya Anderson
Lo siguiente es una reflexión sobre el concepto de masculinidades en Cuba a partir de un viaje de cinco días entre La Habana, Santiago de Cuba y Baracoa. La mayor parte del viaje se dedicó a visitar a tres famosas compañías de danza, el Ballet Folclórico de Oriente, el Teatro de la Danza del Caribe, y el Ballet Folclórico Cutumba. Aunque el viaje era principalmente de estudios una parte de la experiencia resultó siendo también turística. Entre otras cosas, se aprovechó el tiempo para visitar ir a la Casa de la Trova en Baracoa. Me gustaría detenerme tanto en los aspectos más académicos del viaje como los más turísticos para reflexionar sobre los varios tipos de masculinidades que surgieron e monopolizaron la situación descrita en cada anécdota.
La cuestión del baile como empleo en Cuba es interesante si uno lo considera desde un punto de vista occidental donde el baile es una actividad y un empleo estereotipado como femenino. Las masculinidades latinas parecen admitir movimientos que las masculinidades europeas o asiáticas no incluyen dentro de su definición psico-social. De las tres compañías de danza vistas en Santiago de Cuba, sólo el Teatro de la Danza del Caribe presentó una mezcla de danza contemporánea y de danza llamada folclórica o tradicional. Las demás compañías hicieron coreografías que se presentaron como siendo estrictamente folclóricas. La diferencia más notable entre los bailes fue la representación de género. En los bailes folclóricos los varones y las hembras casi siempre bailaban haciendo movimientos distintos y el espacio del escenario se dividía mucho en dos, con los varones por un lado y las hembras por otro. Al contrario, las coreografías de danza contemporánea se hacían por parejas varón/hembra que raras veces se separaban durante el baile, que cuando hacían movimientos distintos era para construir figuras apoyándose el uno en el otro. También fue interesante observar que en la muestra de danza contemporánea hubo varios solistas de ambos sexos que se distinguían más por sus vestidos que por sus movimientos.
A pesar de sus diferencias de presentación, ambos tipos de baile resultaron parecidos en una cosa: el uso estético del simulacro del acto sexual heterosexual. Muchas de las interpretaciones transmitieron una visión hiper-sexualisada de la pareja heterosexual, poniendo el acto sexual reproductor al centro de la creación artística. Aun con unas observaciones tan simples e insofisticadas surge la problemática del arte (en este caso el baile) que reproduce realidades y valoraciones sociales contemporáneas, cómo la deificación de la heterosexualidad, protagonizado por el varón que debe poseer (en todos los sentidos) a la hembra. Así es que tanto en el baile folclórico como contemporáneo, los movimientos del baile en si se vuelven símbolos físicos que forman a su vez parte de una alegoría de la realidad.
En segunda instancia otra anécdota, siempre con el baile como tema central pero fuera del ámbito profesional. El turismo en Cuba, como en muchos otros lugares, es un fenómeno que exacerba los estereotipos tanto del extranjero como del cubano, lo cual se ve particularmente con respecto al baile popular. Pensando siempre en esta dinámica del estereotipo como vehículo del exotismo, lo que quisiéramos destacar son los roles masculinos que intervinieron en un grupo de aproximadamente cincuenta personas agrupadas un viernes por la noche en la Casa de la Trova de Baracoa. El rol de los varones fue mirar, moverse libremente por la sala buscando una pareja, sacar a bailar, si una hembra esta acompañada pedir el permiso los hombres que vinieron con ella (y por consecuente a quien(es) ella pertenece) para sacarla a bailar, dirigir en el acto de bailar, si la hembra no sabe bailar adecuadamente enseñarle, etc.
Toda la libertad de iniciativa pertenece en este caso al varón, y en el contexto específico de la Casa de la Trova, al varón cubano cuyas capacidades como bailador le permite dominar a los varones extranjeros que se quedan sentados mientras sus mujeres aprenden a bailar con otros. Por un lado, aun que este tipo de interacción pareciera poner al varón cubano en posición de poder, puede percibirse por otro lado como un reforzamiento de una dinámica más bien colonial. Esta dinámica que hiper-sexualiza al varón colonizado tanto en el baile profesional como popular puede verse como la fuente de normas que rigen los valores sexuales y raciales de la isla desde hace siglos.
Lo siguiente es una reflexión sobre el concepto de masculinidades en Cuba a partir de un viaje de cinco días entre La Habana, Santiago de Cuba y Baracoa. La mayor parte del viaje se dedicó a visitar a tres famosas compañías de danza, el Ballet Folclórico de Oriente, el Teatro de la Danza del Caribe, y el Ballet Folclórico Cutumba. Aunque el viaje era principalmente de estudios una parte de la experiencia resultó siendo también turística. Entre otras cosas, se aprovechó el tiempo para visitar ir a la Casa de la Trova en Baracoa. Me gustaría detenerme tanto en los aspectos más académicos del viaje como los más turísticos para reflexionar sobre los varios tipos de masculinidades que surgieron e monopolizaron la situación descrita en cada anécdota.
La cuestión del baile como empleo en Cuba es interesante si uno lo considera desde un punto de vista occidental donde el baile es una actividad y un empleo estereotipado como femenino. Las masculinidades latinas parecen admitir movimientos que las masculinidades europeas o asiáticas no incluyen dentro de su definición psico-social. De las tres compañías de danza vistas en Santiago de Cuba, sólo el Teatro de la Danza del Caribe presentó una mezcla de danza contemporánea y de danza llamada folclórica o tradicional. Las demás compañías hicieron coreografías que se presentaron como siendo estrictamente folclóricas. La diferencia más notable entre los bailes fue la representación de género. En los bailes folclóricos los varones y las hembras casi siempre bailaban haciendo movimientos distintos y el espacio del escenario se dividía mucho en dos, con los varones por un lado y las hembras por otro. Al contrario, las coreografías de danza contemporánea se hacían por parejas varón/hembra que raras veces se separaban durante el baile, que cuando hacían movimientos distintos era para construir figuras apoyándose el uno en el otro. También fue interesante observar que en la muestra de danza contemporánea hubo varios solistas de ambos sexos que se distinguían más por sus vestidos que por sus movimientos.
A pesar de sus diferencias de presentación, ambos tipos de baile resultaron parecidos en una cosa: el uso estético del simulacro del acto sexual heterosexual. Muchas de las interpretaciones transmitieron una visión hiper-sexualisada de la pareja heterosexual, poniendo el acto sexual reproductor al centro de la creación artística. Aun con unas observaciones tan simples e insofisticadas surge la problemática del arte (en este caso el baile) que reproduce realidades y valoraciones sociales contemporáneas, cómo la deificación de la heterosexualidad, protagonizado por el varón que debe poseer (en todos los sentidos) a la hembra. Así es que tanto en el baile folclórico como contemporáneo, los movimientos del baile en si se vuelven símbolos físicos que forman a su vez parte de una alegoría de la realidad.
En segunda instancia otra anécdota, siempre con el baile como tema central pero fuera del ámbito profesional. El turismo en Cuba, como en muchos otros lugares, es un fenómeno que exacerba los estereotipos tanto del extranjero como del cubano, lo cual se ve particularmente con respecto al baile popular. Pensando siempre en esta dinámica del estereotipo como vehículo del exotismo, lo que quisiéramos destacar son los roles masculinos que intervinieron en un grupo de aproximadamente cincuenta personas agrupadas un viernes por la noche en la Casa de la Trova de Baracoa. El rol de los varones fue mirar, moverse libremente por la sala buscando una pareja, sacar a bailar, si una hembra esta acompañada pedir el permiso los hombres que vinieron con ella (y por consecuente a quien(es) ella pertenece) para sacarla a bailar, dirigir en el acto de bailar, si la hembra no sabe bailar adecuadamente enseñarle, etc.
Toda la libertad de iniciativa pertenece en este caso al varón, y en el contexto específico de la Casa de la Trova, al varón cubano cuyas capacidades como bailador le permite dominar a los varones extranjeros que se quedan sentados mientras sus mujeres aprenden a bailar con otros. Por un lado, aun que este tipo de interacción pareciera poner al varón cubano en posición de poder, puede percibirse por otro lado como un reforzamiento de una dinámica más bien colonial. Esta dinámica que hiper-sexualiza al varón colonizado tanto en el baile profesional como popular puede verse como la fuente de normas que rigen los valores sexuales y raciales de la isla desde hace siglos.
Labels: género, julio cesar gonzalez pages, leonardo tur broche, masculinidades, masculinidades en cuba, raza, relaciones de género, Universidad de la Habana, violencia
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