Música en Cuba ¿Aliada del machismo y la violencia de género?
Por Yonnier Angulo Rodríguez
“Es
extraordinario lo potente que es la mala música”, frase del actor y compositor
inglés Noel Coward, viene a sustentar un fenómeno que en nuestro país se ha visibilizado
desde hace algún tiempo. Y no es más que la legitimación en determinados espacios
culturales, medios de comunicación y en la cotidianidad de la población cubana,
de un conjunto de géneros musicales y artistas, que a través de sus
“creaciones” han aportado un granito más de arena, a la utilización de la
imagen de las mujeres como objetos sexuales, a expresiones de violencia hacia
ellas y otros hombres. Cuando digo artistas, me refiero casi en la totalidad a
hombres, quienes muestran en sus canciones y ya sofisticados y multipremiados
videos clips, los valores más reacios y recalcitrantes de la masculinidad
hegemónica, entendida popularmente como machismo.
Ahora bien, me
atreveré con el permiso y respeto que se merecen los profesionales de esta manifestación
artística a resaltar algunos puntos sobre el origen y efectos resultantes. La
música, además de ser un producto cultural, es un fenómeno social, nacido de la
necesidad humana. Surge como una herramienta de celebración, como un lenguaje a
utilizar, un medio de comunicación y de expresión social. Entre sus efectos se
encuentran el de ser un estimulante o sedante, dependiendo del tipo de música y
del individuo que la escuche. Asimismo puede provocar efectos narcóticos o
fortalecer el pensamiento, cambios en el pulso cardiaco y la respiración,
suscitar emociones de tristeza o alegría.
Sin embargo -y
ahí viene su otra cara- desde tiempos remotos la música se empleó para
manipular y controlar el comportamiento de individuos y grupos. Ejemplos claros
de ello son los himnos nacionales, marchas de guerra, música de supermercados,
religiosa, de oficinas o discotecas.
Por su parte,
según el experto en temas de masculinidades, Dr. Julio César González Pagés,
los temas alrededor de la música se convirtieron en los últimos años en agentes
socializadores por excelencia de los hombres junto a los de sexualidad y deporte.
Hombres que desgraciadamente asumen como modelo de masculinidad el hegemónico,
basado en la utilización de la violencia como recurso para mantener el poder,
de colocar a las mujeres como meros objetos sexuales y subordinadas, junto a
otros grupos de varones que no entran dentro de esta cofradía de masculinos
hegemónicos.
Si la música es un
ámbito en el que hombres socializan, están inmersos en su consumo, y estos han
aprendido estos valores machistas, los defienden y para más, la sociedad los
premia con total aceptación, es lógico que la música que van a consumir y
ensalzar va a llegar como un paquete patriarcal y sexista. Eso desde el punto
de vista de los receptores. Ahora bien, si los músicos encargados de llevar a
la población el arte de suscitar emociones, entretenimiento, son portadores de
esos valores machistas, el resultado no es otro que una música marcada por
altos indicadores de violencia, sexismo y homofobia. La permanencia del
machismo encuentra entonces a una aliada perfecta: la música. Un vehículo que
no necesita tocar a la puerta de nuestros hogares para entrar, porque siempre
es bienvenida. Llega a nuestros oídos diariamente, en el hogar, la radio, taxis
en su versión almendrón, autobuses, espacios culturales y recreativos,
cumpleaños, celebraciones, trabajo, en fin, aborda casi todos los ámbitos de nuestras
vidas.
A esto sumarle que
en la mayoría de los casos la música que nos llega viene adornada de letras
donde se evidencia un marcado sexismo y discriminación hacia las mujeres, donde
la referencia hacia ellas viene acompañada de frases como ellas son locas, cosa rica,
partir el pochocho, todo esto es tuyo, ella me lo paró, la más malona, dime
cuanto ella vale, tu eres la más dura, ella se lo tragó todito, y así
podría citar innumerables de frases que parecen sacadas de una película
pornográfica. Letras de canciones compuestas por varones que no creo hayan
nacido de una probeta, sino que forman parte de una familia, con madres,
abuelas, hermanas, tías, primas, parejas, y que es muy probable que estas
mujeres cercanas a ellos no estén incluidas dentro de los calificativos y
contextos a los que sitúan a las mujeres dentro de sus canciones ¿Pero quién
les asegura que otros compositores no incluyan a las mujeres de su familia?
Solo una pregunta para que ellos mismos reflexionen.
La intención no
es satanizar ningún género musical ni a ningún artista, al final son además de
victimarios, víctimas de la propia cultura y sociedad patriarcal. Hombres que
desde su nacimiento han aprendido a ser machos, varones y masculinos porque es
lo correcto, lo aceptado, legitimado, y cualquier actitud contraria a esto
tiene severas consecuencias sobre su virilidad u hombría, aunque en ello
afecten a la mitad de la población mundial: las mujeres.
En las últimas
décadas el feminismo se encargó de desenmascarar la desigualdad existente entre
hombres y mujeres. Los primeros repletos de gozos y privilegios y las segundas
en la más gris de las subordinaciones y precariedades. Evidenciaron la existencia
de un patriarcado y machismo latente en todos los ámbitos de las sociedades, y así
buscaron estrategias para revertir esto y reivindicar los derechos usurpados de
la mitad de la población del planeta.
Ahora bien, ¿el
sistema patriarcal y los defensores a ultranza del machismo y la masculinidad tradicional
se quedaron con los brazos cruzados? Por supuesto que no. Nuevos tiempos,
nuevas estrategias de supervivencia para el mantenimiento del estatus quo
existente durante siglos. ¿Qué tiene que ver esto con la música sexista y
violenta? Pues nada menos que una forma desacreditar las criticas hacia la
música que sitúa a las mujeres como objetos sexuales y en posiciones
tradicionales de subordinación, es ponerlas esta vez en posiciones hegemónicas.
Supuestamente esto visualizaría un “empoderamiento” o “liberación” de las
mujeres del yugo hegemónico masculino e inclinación en la balanza de la
igualdad de género, nada más incierto y superficial.
Desde esa gran
aliada del machismo que se ha convertido la música en Cuba, ya han emergido varias mujeres artistas que
se han mostrado en su trabajo como superwomans,
dominadoras de hombres, que supuestamente tienen el control y el poder. No es
nada nuevo en el mundo, sino que ha sido parte de una estrategia del
patriarcado para sobrevivir a los importantes avances logrados por las mujeres
en pos de sus derechos e igualdad plena con los hombres, traducido en este caso
a través de la música y los videos
clips.
En el mundo musical
anglosajón, en especial los EUA, viene
sucediendo lo mismo. Videos clips que llegan a los TOP 10 más populares de las
principales cadenas televisivas musicales como Mtv, donde las mujeres se muestran
por los realizadores como sanguinarias asesinas de hombres, delincuentes, ladronas
de bancos, esclavistas de hombres subyugados a sus deseos. Muy listo por parte
del patriarcado, y que increíblemente tiene un efecto impactante en los y las
receptoras, dando una sensación de nuevos tiempos, donde las mujeres ya no
necesitan de políticas públicas que las defiendan, ni leyes que aseguren sus
derechos, ni campañas para prevenir la violencia de género.
Hace poco leía
sobre una acción de un grupo de fotógrafos donde mostraban en imágenes de forma
literal, lo que decían muchas canciones en boga, que incitaban a la violencia
hacia las mujeres y las maltrataban. Aun así, en el foro de debate del sitio
web, habían plasmado criterios que acusaban esta iniciativa desde el arte
fotográfico, como excesiva y ridícula. Hay que preguntarse si las letras de estas
canciones e imágenes de sus videos clips para con las mujeres, son las
excesivas, lapidarias y ridículas.
¿Pero quién dijo
que todo está perdido? Hay artistas que por suerte vienen a ofrecer sus
corazones por la prevención de la
Violencia hacia las mujeres y las niñas desde la música. Casos que merecen un
aplauso son la intérprete Rochy y su proyecto Tod@s Contracorriente y el músico David Blanco con sus Giras Nacionales Por la No Violencia,
quienes trabajan en conjunto con la Red Iberoamericana y Africana de
Masculinidades, a través de sus canciones, videos clips y desde el escenario, siendo
portador@s de mensajes de Cultura de paz e igualdad de género.
Siempre he
escuchado una frase popular como “lo malo es lo que se pega”. Me parece que es
hora de que sea lo bueno, lo igualitario, lo que se adhiera en las mentes de las
personas. Estamos todavía a tiempo de reconvertir la música en enemiga de la
discriminación hacia las mujeres, la violencia de género y el machismo, y no en
su aliada.
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