«Extraño» cuidador en casa
14 de Junio
del 2014 22:43:05 CDT
Tomado de
http://www.juventudrebelde.cu/cuba/2014-06-14/extrano-cuidador-en-casa/
Desde el
2003 ya no solo la madre cubana puede solicitar la licencia para cuidar al
bebé, también lo puede hacer el padre luego de los tres primeros meses de
lactancia materna. Sin embargo, estereotipos, patrones socioculturales, falta
de educación familiar y otros factores impiden que muchos se beneficien del
Decreto-Ley 234
Con la bebé
en sus brazos, no fue otro el pensamiento. Aprenderé a cuidarte bien y nunca te
faltará nada, le dijo. La arropó y la miró mientras dormía. Ni siquiera pensó
cuán difícil era ser más que un padre como lo fue el suyo, porque lo único que
le preocupaba era que su hija creciera sana y feliz, aunque su madre no
estuviera.
«Loco», le
llamaron todos, incluso las abuelas. «¿Quién ha visto que un hombre asuma
completamente el cuidado de un bebé?», le dijeron. «Para eso están las mujeres,
y con tu ayuda de vez en cuando será suficiente», pretendieron convencerlo. «No
seré ni el primero ni el último. Más complicado es ir a la Luna y ya otros lo
han hecho».
Las 24 horas
del día parecían no alcanzarle… Esterilizar y preparar los biberones, hervir y
lavar los pañales, ocuparse del hijo mayor de seis años y sus tareas de la
escuela, cocinar, fregar, mantener la ropa y la casa limpias… «Hacer todo lo
que es necesario cuando tienes un hogar e hijos que atender», explica.
En su centro
de trabajo muchos se asombraron cuando solicitó la licencia para cuidar a su
pequeña, y todavía en el barrio bromean con el tema, asegura. Sin embargo, «la
novatada, la falta de sueño, la carencia de habilidades… Todo puede soportarse
si se piensa que esa criatura que vino al mundo será la beneficiada».
En estos
días se prepara para celebrar el primer cumpleaños de su niña. ¡Qué rápido pasa
el tiempo!, dice. También espera por la respuesta a su solicitud para el
ingreso de la pequeña en el círculo infantil, y reanudar así su jornada
laboral. «Las cosas cambiarán un poco, pero sigo siendo el padre y la madre de
estos dos niños, a quienes no les faltará nunca mi amor».
Se nos
conmueve el corazón al ver a la niña andar con pasos seguros mientras su
hermano se mantiene atento, «por si resbala o se cae». Tienen un padre extraordinario
que supo marcar la diferencia y que gozó, desde el punto de vista jurídico, del
disfrute de un derecho.
Como él, han
sido 125 los hombres que en el país se han acogido desde el 2006 al Decreto-Ley
234 De la maternidad de la trabajadora, tres años después de la entrada en
vigor de la legislación, la cual brinda también la oportunidad a los padres de
solicitar la prestación social, un paso importante en la integración de todos
los miembros de la familia.
Las
estadísticas del Instituto Nacional de Asistencia y Seguridad Social (Inass)
adscripto al Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (MTSS) revelan que el año
pasado la solicitud fue realizada por dos hombres en La Habana, dos en Granma,
tres en Holguín y uno en Mayabeque, Sancti Spíritus y Santiago de Cuba.
Las causas
que inciden en que estas cifras no sean mayores, aun cuando existe un
Decreto-Ley que ampara el cuidado de los hijos no solo por las madres sino
también por los padres, motivaron a estos reporteros a indagar sobre el tema,
como regalo especial a los lectores en este tercer domingo de junio.
Derechos, demandas, deberes…
Fue en el
III Congreso de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), en 1985, cuando se
planteó la necesidad de reconocer el papel de los padres en la educación de los
hijos y su derecho a participar en el cuidado del bebé, demanda lograda el 13
de agosto de 2003.
Se trataba
de un reclamo por reconocer la igualdad entre mujeres y hombres en el cuidado
de sus hijos, lo que quedó refrendado en la primera norma jurídica cubana que
no tiene un lenguaje sexista, apunta Yamila González Ferrer, miembro de la
Junta Directiva Nacional de la Unión de Juristas de Cuba, quien integró la
comisión redactora de la legislación junto a Mercedes Garrudo Marañón, asesora
jurídica de la FMC.
«En el
artículo 16 de la 234 se establece que es una decisión de la pareja determinar
quién asumirá el cuidado del bebé en el período de prestación social, es decir,
después de los primeros tres meses de nacido, momento en el que se recomienda
propiciar la lactancia materna. Es un acuerdo que debe tomarse de conjunto y
que puede variar en caso de que la madre fallezca en esos primeros meses, razón
por la que le asiste el derecho al padre, si es trabajador, a acogerse al
Decreto-Ley», agrega.
La también
profesora asistente de Derecho de Familia de la Facultad de esa especialidad en
la Universidad de La Habana, insiste en que la existencia de un cuerpo legal no
garantiza que se echen por tierra prejuicios y pensamientos en torno a este
tema.
«En muchos
casos prima el desconocimiento sobre la existencia de la norma y, por otra
parte, es importante destacar que los verdaderos cambios deben operarse en la
subjetividad de las personas. Tanto en hombres como en mujeres está arraigada
la idea de que nosotras podemos hacerlo mejor.
«La familia
es la que, en muchas ocasiones, refuerza esa idea, aun cuando la mujer devengue
el mayor salario de los dos y sea el cuidado del bebé por el padre la mejor
opción para gozar de los beneficios económicos», apunta la reconocida jurista,
quien además destaca que Cuba es ejemplo en el mundo en lo concerniente a este
tema.
Ellas sí, ellos no
Ingrid tiene
34 años e igual número de semanas de embarazo. Estoy a punto de dar a luz,
comenta, y su otra hija, Camila, de siete años, sonríe y le acaricia la barriga
con su manita.
Sentados en
la sala, esperamos a que Yadiel, su esposo, prepare el café que gentilmente
ofreció al llegar. Mientras tanto, desde la cocina, bromea con que «soy el que
lo hace todo en la casa, porque Ingrid le ha sacado provecho a su estado».
Es verdad
que me ayuda en todo, y no solo ahora que estoy barrigona, afirma ella.
—¿Conocen el
Decreto-Ley 234 De la maternidad de la trabajadora?
—Todo el
mundo sabe que a la madre se le paga un porcentaje de su salario cada mes y no
pierde su plaza laboral, porque la licencia es respetada, dice él.
—¿Saben que
la norma también establece que los padres pueden acogerse a ese beneficio?
Reina el
silencio por unos minutos hasta que Ingrid y Yadiel estallan de la risa. Les
explicamos y él toma las riendas del asunto.
«Si la cosa
es así, entonces puedo hacerlo. Muchas veces le he dicho a Ingrid que como este
es mi primer hijo, no quiero perderme ni un detalle de su cuidado. Después de
los primeros meses de la lactancia, puedo quedarme en la casa. Ingrid tiene un
mejor salario que yo, recibe propinas con frecuencia, sería mejor para nuestra
economía… Además, sería divertido».
La diversión
no le agrada mucho a Ingrid: «Tú puedes ayudarme en las cosas de la casa, pero
a mí me tocan las del bebé porque ya sé hacerlo y además soy la madre», y él
muestra su desacuerdo. «¿Ustedes ven, periodistas? Me quitan el impulso y luego
dicen que con uno no se puede contar».
¿Quién dijo
que ella puede hacerlo mejor o de la manera perfecta? La experiencia de su
primera hija le ofrece ventajas, pero ¿acaso no partió desde cero cuando ella
nació? ¿Por qué asume que el cuidado directo en el primer año de vida de su
bebé le «toca» mientras que Yadiel solo puede ser su facilitador en las labores
hogareñas?
Por fortuna,
opina de una manera diferente la veinteañera Maite López, quien conversa con JR
mientras su pequeña Vida duerme y el padre elabora su puré. «La maternidad no
es una camisa de fuerza. Cada cual la asume como cree pero compartirla con el
padre es, además de un derecho, una experiencia vital. No pocas veces he
bromeado con mi esposo, pidiéndole que se acoja a este Decreto Ley».
¿Solo se
trata de bromas?, inquirimos. «Sí, claro, porque aposté por la lactancia
materna exclusiva en los primeros seis meses de la existencia de mi hija. En
ese caso es necesario que sea yo la que me quede a su cargo a tiempo completo,
aunque no por eso considero que lo hago mejor».
Comprobamos
que los padres de Vida comparten no solo las faenas del hogar sino aquellas
relacionadas con el cuidado de la bebé. «La bañamos juntos, nos turnamos para
prepararle su puré, compartimos el lavado de su ropa y el momento de vestirla o
cambiarle el pañal.
«Él la
duerme todas las noches, me acompaña a las consultas, y los doctores y las
otras madres se asombran de que así sea porque no es lo común. Sin embargo, si
ambos somos primerizos en estas cuestiones, debemos aprender a la par».
Aboga Maite
por la maternidad y la paternidad participante, sin temer que la niña se atore
si el padre le da la comida o que se caiga de sus brazos. «Somos muy machistas,
y al serlo condenamos a los hombres a la falta de confianza en ellos y acuñamos
su “incapacidad” para realizar las actividades relacionadas con los hijos. Así
nos cargamos más nosotras y ello le hace mucho mal a todos».
Una paternidad ¿diferente?
La forma de
pensar de Ingrid, como puede ser la de otras madres, no es más que el resultado
de siglos de un modelo hegemónico de masculinidad, reproducido también por las
mujeres, en el que la paternidad se asocia con la garantía del sustento
económico, la autoridad y, en ocasiones, con la no demostración de emociones y
afectos, refiere el Doctor Julio César González Pagés.
«La
paternidad se obra hoy de una manera diferente pues podemos hablar de hombres
que están presentes y participan en todos los aspectos relacionados con la
crianza de sus hijos, dan apoyo y comprensión a las necesidades emotivas y
educativas, comparten sin recelo la responsabilidad económica con la madre y se
sienten identificados con el ejercicio responsable de la paternidad; pero se
privilegia la posición de la mujer, signada por el cuidado directo, la
comprensión, el cariño, el sustento emotivo y el contacto físico, entre otros»,
añade González Pagés.
Un factor
adicional que incide en el «asombro» de Ingrid y en sus respuestas tiene que
ver con el desconocimiento de la legislación existente en lo concerniente a la
igualdad de derechos del hombre y la mujer para solicitar la prestación social
en el primer año de vida.
María Elena
Castillo y Giselle Fernández dieron a luz recientemente en el hospital Manuel
Ramón González Coro de la capital, y reconocieron a estos reporteros que no
saben que en la ley se privilegiara también al padre.
No pocas
piensan, como Mariana Méndez, de 40 años, con dos niños: «El padre debe apoyar
a la madre, aunque se debe pensar que, en caso necesario, este asumiría el
cuidado de los hijos. Si se trata de poder, los hombres también pueden hacerlo
a su manera, que no tiene que ser la misma que la nuestra».
Amalay Lam
Pérez, especialista del Inass, considera que si se valoran las cifras de padres
que se han acogido a la posibilidad que brinda el Decreto-Ley, se concluye que
falta divulgación.
«Las
estadísticas de hombres acogidos a este Decreto-Ley no son significativas
todavía, pero evidencian una arista poco común a nivel internacional, y es
novedosa si tomamos en cuenta que antes los hombres no tenían refrendada esa
posibilidad en la Ley».
Según expone
Lam Pérez, la mencionada legislación tiene el propósito de favorecer la
responsabilidad compartida de la madre y el padre en el cuidado y atención de
los hijos. Además, posee acápites especiales que se aplican en casos tales como
el fallecimiento de la madre tras el parto, entre otras situaciones.
«Los
trabajadores acogidos al Decreto-Ley están alejados de su puesto laboral hasta
que el niño o la niña cumplan el primer año de vida, y en ese período reciben
el 60 por ciento del salario que devengan, como usualmente se hace en el caso
de las madres».
La joven
especialista explica que la atención de los hijos es una tarea que requiere
tiempo, dedicación, esfuerzo y un infinito amor, y puede lograrse tanto desde
la madre como desde el padre. «Muchas veces le quitamos el impulso, porque nos
da miedo que no se ocupe igual que uno del niño, o por la cultura machista que
aún nos acompaña».
Lo ya
refrendado legalmente no fue una demanda de los hombres, precisa Raynier
Hernández Arencibia, sociólogo e investigador del Centro de Investigaciones
Psicológicas y Sociológicas. «Si estos no asocian la paternidad desde este
punto de vista como una necesidad de disfrute, es muy difícil que luego la
asuman. No obstante, la existencia de esta oportunidad debe ser más divulgada».
Destaca que
se ve a las mujeres como las «perfectas» para esta labor luego del nacimiento
del niño porque los roles de género que se continúan consolidando en nuestra
sociedad desde edades tempranas son aquellos en los que se naturaliza a las
mujeres en el rol de cuidadoras y a los hombres desde su misión de apoyo o facilitadores.
«No solo en
el seno de la familia, durante la educación de los hijos, es donde pueden darse
los grandes cambios en este sentido. El ámbito laboral es esencial también en
lo concerniente a la sensibilización con la importancia de la paternidad.
Cuando un padre pide permiso para ausentarse del trabajo para llevar a su hijo
al médico o para ir a buscarlo al círculo infantil o a la escuela, lo primero
que le preguntan es por qué no lo hace la madre.
«Es más
complicado todo si este padre solicita de pronto acogerse al Decreto-Ley 234,
porque sin dudas a su alrededor las conductas serán de burlas, choteo, y quizá
hasta de incomprensiones», agrega el sociólogo, quien integra el Equipo de
Estudios sobre Salud y Familia del Departamento de Sociología de la Universidad
de La Habana.
«Los hijos
son quienes, a la postre, llevan la peor parte, pues al crecer ven la balanza
de atención espiritual hacia el lado materno. Lo que más se afecta es la
relación padre-hijo, pues se restringe solo a un grupo de acciones. Si el
progenitor asume un cuidado directo, se funda un lazo que nunca se romperá,
aunque los padres se divorcien».
Iguales en responsabilidades
Existen
varios derechos sexuales y reproductivos que reconocen la maternidad y la
paternidad como igualdad de oportunidades para las familias. Sin embargo,
persisten fenómenos que afectan la realización de estos, precisa Ramón Rivero
Pino, jefe del departamento Científico del Centro Nacional de Educación Sexual
(Cenesex).
El
especialista apunta también que más de medio siglo de políticas públicas a
favor de la mujer no ha logrado eliminar la arraigada cultura machista cubana,
con su carga de estereotipos de lo que significa ser padre o madre. Además,
mientras prolifera la labor social para avanzar en la transformación femenina,
son pocas las iniciativas para promover el cambio masculino.
«Igualmente
influye que se inician temprano las relaciones sexuales desprotegidas, no se
utilizan métodos anticonceptivos, existe una escasa preparación para la
maternidad y la paternidad, elevada tasa de fecundidad en la adolescencia así
como una insuficiente educación integral de la salud.
«Todos estos
factores determinan que no se lleve la maternidad y la paternidad de acuerdo
con la sociedad a que aspiramos. Partiendo de ese contexto decidimos celebrar
este año, por vez primera, la jornada Maternidad y paternidad: igualdad de
derechos y responsabilidades».
Según el
especialista, el propósito de estas acciones relacionadas con estos elementos
es que se cumpla el programa de Maternidad y paternidad elaborado por el
Ministerio de Salud Pública (Minsap), que a lo largo de estos años ha afrontado
diversas debilidades.
Las
actividades de la jornada, que iniciaron en mayo, están dirigidas a las
familias, con énfasis en las madres y los padres para que cumplan
satisfactoriamente el ejercicio de sus funciones y tienen el propósito de
capacitar, prevenir, promover, atender y rehabilitar a las familias en
situaciones cotidianas relacionadas con sus hijos.
Rivero Pino
expone que las acciones involucran a numerosos organismos e instituciones,
sobre todo a aquellos que inciden en el cumplimiento de ese programa del
Minsap, a los cuales el Cenesex como centro asesor les brinda actividades de
formación y capacitación.
«Las tareas
van más allá de una fecha y una provincia, para extenderse por todo el país y
el año completo. Se trata de llegar también a las comunidades y a los barrios
para explicar y comprender cuáles compromisos contraemos al decidir ser madres
o padres, pues existen muchas brechas en estos temas.
«Hay
diversos proyectos, talleres, paneles, conferencias… Se divulgan las
características del ciclo vital por las cuales atraviesan los hijos, se explica
la etapa preconcepcional y la planificación de la familia, hasta el embarazo,
la atención al recién nacido, y se estimula la participación del hombre desde
la atención primaria, porque esa práctica propicia no solo felicidad familiar,
sino también una paternidad más comprometida».
Sobre el
Decreto-Ley 234, el especialista coincide en que falta divulgación y menos
resistencia, así como darle mayor importancia a los procesos de maternidad o de
paternidad. «Pensemos solo cómo se celebran estos días en nuestras familias… no
es de la misma forma. Hay que alejar la idea de que los padres no tienen el
mismo papel en el proceso de crianza y desarrollo de los hijos como lo hace una
madre.
«Tenemos que
trabajar en divulgar los derechos, en educar a la población y conseguir que
estos temas lleguen al currículo escolar y enseñar a los niños desde la primaria
que existe el rol de padre y madre. En fin, que se establezca una cooperación
de todas las partes para avanzar mucho más».
Julio César
González Pagés asevera que urge incentivar en los hombres la asunción de un
modelo de padre responsable, dialogante, signado por el disfrute, la
compartimentación de roles y el enriquecimiento mutuo. «Un primer paso es
lograr que los hombres identifiquen cuáles son las pérdidas vividas al
desempeñar los modelos actuales de paternidad. Hablamos de que reconozcan las
experiencias gratas, reconfortantes y lúdicas de que se están privando, al no
cuestionar o subvertir dichos modelos».
Una mayor
participación de ellos en el cuidado de los hijos podrá dinamizar las
relaciones de género. Contribuir a revertir esta situación no es fácil, aun
cuando exista la posibilidad desde la legalidad, acota. «Debemos empezar a
incentivar tales cambios desde el núcleo familiar, porque depende de cada uno
de nosotros la reproducción o no de estereotipos y patrones de conducta
socialmente establecidos que, en definitiva, nos privan más tarde de goces
inigualables».
¿Cuánto para quién?
En casi
todos los países europeos los varones disponen de un permiso por paternidad muy
inferior al que disfrutan las mujeres. Incluso, en algunos países como Grecia
se estipulan 119 días para la madre y ninguno para el padre, o Irlanda (182
días, de los cuales 112 se pueden compartir con la madre) y todavía hoy los
hombres no disponen de ningún día para estar con sus hijas e hijos recién
nacidos.
Sin embargo,
existen naciones más adelantadas en lo que se refiere a estas políticas de
igualdad, como Finlandia (para la madre 105 días más 158 compartidos con el
padre; este último también tiene 18 días posteriores al parto) o Alemania (un
año para ambos), en los que los permisos de paternidad son superiores. El caso
de Islandia es el más notorio, pues las mujeres y los hombres pueden disfrutar
de los mismos días de permiso (180 días).
En América
Latina la situación es otra, dado que no solo hay una gran diferencia por género
en las políticas de cada país sino que, además, las mujeres trabajadoras
cuentan con un promedio inferior al mínimo de las 14 semanas establecido en el
Convenio sobre la Protección de la Maternidad de la Organización Internacional
del Trabajo, muy por debajo de los 45 días aprobados en Europa.
Los únicos
países que ocupan una posición relevante en la región sobre este tema son
Trinidad y Tobago (13 semanas para la madre y hasta cuatro para el padre),
Venezuela (18 semanas para la madre y 14 días para el padre) y Ecuador (12
semanas para la madre y 25 días a compartir con el padre, en caso de que el
hijo esté hospitalizado o con una enfermedad grave). Otras naciones del área
privilegian hasta 14 semanas para las progenitoras y hasta cinco días para los
padres, y en la mayoría de los países, ninguna.
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