Por: Enmanuel George López
La Habana, 9 de mayo de
2020
Las medidas especiales que se toman para combatir
el nuevo coronavirus en el panorama actual, entre las que figuran el
distanciamiento físico y la restricción de movimiento en el espacio público,
impactan en algunas dinámicas sociales que las personas tenían concebidas hasta
el momento. Los malestares, molestias y preocupaciones que inciden
particularmente en los hombres, pueden verse reflejados a partir de actitudes
confrontativas y violentas.
La OMS y otras organizaciones han destacado el
incremento de la violencia doméstica durante la etapa de la cuarentena. Las
secuelas de estar recluidos en la casa con más frecuencia o la totalidad del
tiempo, evidencian con más notoriedad el desequilibrio de poder en las
relaciones de parejas y con los hij@s. El incremento de los índices de
violencia en el hogar guarda relación con la manera en que los hombres tienen
configuradas sus masculinidades alrededor de la autoridad.
El ámbito público también denuncia posiciones
machistas de desacato a las medidas de carácter preventivo orientadas, el
enfrentamiento a l@s agentes del orden y hasta peleas en las colas para comprar
algunos productos. La violencia masculina trasciende el escenario doméstico, se
apropia de múltiples factores relacionados a cómo los hombres conciben que
deben ser y actuar, desde preceptos patriarcales.
Las preocupaciones de
orden económico, así como la supuesta falla en determinados mandatos culturales
que tienen los varones, desencadenan diversas manifestaciones de violencia, en
la medida que éstos no asumen variantes para relacionarse de manera pacífica y
equitativa.
La masculinidad en su versión hegemónica carece de
herramientas comunicativas para expresar sus emociones y opiniones, con las
consecuencias que ello provoca en los diferentes espacios donde interviene. La
ausencia de diálogo y de capacidad de auto-análisis deja desprovisto a muchos
hombres de habilidades para lidiar con diversas situaciones y tener recurrir a
formas no pacíficas ni prudentes para enfrentarlas.
Desde la visión de las masculinidades, las
aspiraciones del cambio transitan por un rediseño de las actitudes machistas.
El contexto del confinamiento doméstico podría ofrecer la oportunidad de modificar
hábitos y conductas de desigualdad de género en ese escenario y a partir de
ahí, hacia el espacio público. Una masculinidad no violenta incide
favorablemente en la atención y el disfrute de sus hij@s, en la preocupación de
su salud y en establecer relaciones basadas en la igualdad y el respeto.
El mundo ha demostrado que necesita de ajustes para
su sostenibilidad; desde el enfoque de género se considera que modelos
alternativos de masculinidades pueden contribuir a ello.
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