Equidad de género: ¿masculinistas vs. feministas?
Integrantes de la Red Iberoamericana y Africana de
Masculinidades (RIAM) en la Habana.
Por Rosa Muñoz
Lima (Deutsche Welle Español)
Berlín (DWE) ¿Es la equidad de género sólo una aspiración
femenina? ¿Qué dicen los hombres? DW investigó en Europa y América Latina,
entre académicos y activistas que estudian o actúan desde perspectivas
masculinas.
“Yo no soy hombre, hombre es cualquiera; yo
soy macho, varón, masculino”, le insistían algunos cubanos al historiador Julio
César González Pagés, profesor de Estudios de Género en la Universidad de La
Habana, al responder a una encuesta sobre masculinidad. La fórmula está
presente, con variaciones, en muchos países de la región y más allá, asegura
Pagés, coordinador de la Red Iberoamericana y Africana de Masculinidades
(RIAM).
La RIAM agrupa a investigadores de género,
foros de varones antipatriarcales, grupos comunitarios, entre otros colectivos
e individuos de unos 40 países (32 latinoamericanos y 8 africanos). Se trata de
establecer “un puente entre estudios académicos y activismo político”, de
favorecer la “construcción de masculinidades no hegemónicas”, explica Pagés.
Tratamos de “buscar un puente de colaboración
Sur-Sur y romper también las hegemonías geográficas”, agrega el autor de
títulos como “Por andar vestida de hombre” (2011) –sobre la primera mujer que
ejerció como médico en la Cuba del siglo XIX– o “Macho, varón masculino” (2010)
–sobre los estudios de masculinidades en la isla. Esta iniciativa lucha por
derechos masculinos, pero se declara “feminista” y se distancia de las llamadas
corrientes “masculinistas”.
Entre masculinismo y masculinidades
En su libro “Género y Masculinidad” (1998), Michael Meuser, profesor
de Sociología de las Relaciones de Género en la Universidad de Dortmund,
calificaba el “masculinismo” como un “peligroso retorno a la hegemonía
masculina”. Se trata de un “pequeño grupo de hombres” que intentan organizarse
políticamente y hacer frente común “contra el feminismo”, dice Meuser a DW.
Desde los años 90 y sobre todo en el siglo XXI, en Europa o América Latina,
estos hombres abogan por “restituir un patriarcado, que aún existe y goza de
muy buena salud”, opina Pagés.
“Diversos indicadores sociales demuestran cuánta violencia
estructural se ejerce hoy especialmente contra los hombres y no contra las
mujeres”, asegura un masculinista alemán en la Red: menor esperanza de vida,
más suicidios y más miembros entre la población indigente y penal, son algunos
de los indicadores con que argumenta bajo el seudónimo de “Lobo Feroz”. A
ellos, suma el desigual tratamiento legal de la paternidad y la maternidad,
especialmente tras un divorcio. Si se tratase de negros, latinos o mujeres,
compara, se hablaría de “racismo y discriminación”.
Pero existen agrupaciones masculinas que se autodenominan
“feministas” y otras que “no se definen en relación con el feminismo”, explica
el profesor Meuser. En Alemania, existen foros abiertamente antifeministas como
“Cuánta Equidad Resiste el País” (WvGvdL), así como iniciativas por equiparar
los derechos de paternidad y maternidad, como MANNdat. Lo mismo que el “Fórum
Nacional Hombres”, que se dice solidario con niñas y mujeres, al tiempo que
reúne a grupos proderechos de niños, hombres y padres, pues “la equidad sólo
para las mujeres es paradójica y, además, insostenible”.
Masculinidades “feministas”
“Para la mayoría de los hombres que nos hemos organizado en
América Latina, las feministas son nuestras aliadas”, asegura Pagés, “porque
estamos a favor de sus derechos”. Eso sí, las agendas de ambos grupos, aunque
complementarias, difieren: las mujeres luchan por “derechos con los que los hombres
nacimos y nosotros, por aquellos que las masculinidades hegemónicas nos han
negado”, explica este historiador cubano.
Científicos y activistas se enfrentan a una
fuerte resistencia de un importante grupo tanto de hombres como mujeres. En
América Latina, “como somos (aún) un continente homofóbico, en medio de un
mundo generalmente homofóbico”, como estrategia de ataque se argumenta
generalmente “que los grupos de masculinidades somos grupos de hombres gay”.
Sin embargo, si bien estas iniciativas defienden el derecho a la diversidad
sexual, en su seno milita “un grupo mayoritario de hombres heterosexuales”,
afirma Pagés.
Por eso, la RIAM intenta desarrollar una
amplia labor de comunicación social y educación. Así como proveer de
documentación científica que avale sus posturas ante los poderes públicos
nacionales. O colaborar con organismos internacionales presentes en toda la
región (PNUD, UNFPA, UNIFEM/ONU Mujeres), lo mismo en proyectos de
masculinidades y cultura de paz con exguerrilleros de Honduras, el Salvador y
Colombia, que en torno a conflictos mucho más universales y cotidianos.
Entre ellos: el derecho a una paternidad
responsable (no sólo en su aspecto económico, sino también relacionada con la
educación y los afectos); el derecho a una salud sexual reproductiva
responsable; la prevención de la violencia y la promoción de una cultura de paz
y respeto mutuo (incluso en el deporte y la música). Se trata de convertir
obligaciones y problemas sociales y familiares presuntamente exclusivos de las mujeres
en derechos y deberes de hombres y mujeres, sin distinción de sexo, orientación
sexual o localización geográfica, defiende la RIAM.
Masculinidad y paternidad, contracorriente
“La cultura, la educación, las identidades
son construcciones sociales que podemos cambiar”, insiste González Pagés. Y
esto no se logra por decreto. Cuba es, desde 2003, de los pocos países en la
RIAM cuya ley de la maternidad permite también a los padres acogerse a una
licencia para cuidar de sus hijos e hijas durante el primer año de vida. Pero
casi una década después, poco más 100 hombres han solicitado “excepcionalmente”
esta licencia. De ellos, la mitad porque quedaron viudos.
En Alemania –como en la isla caribeña–, no
son razones económicas sino culturales las que motivan este comportamiento,
asegura Michael Meuser tras una investigación reciente sobre la participación
paterna activa en las labores del hogar y la familia: “En la mayoría de los
casos, no se considera natural –como en las mujeres- que los hombres
interrumpan o reduzcan sus horas de trabajo para cuidar de sus hijos por un
tiempo prolongado”, indica. Quienes lo hacen reciben la desaprobación de jefes
y colegas, que se preguntan “si estos son verdaderos hombres”.
Los pocos en Alemania que se acogen a la
licencia de paternidad por más del mínimo de dos meses no son, como la lógica
económica indicaría, aquellos con un salario menor al de sus parejas, sino los
“menos preocupados por su carrera que la mayoría de sus semejantes”, señala
Meuser. Los países escandinavos, por el momento, llevan la delantera en Europa
desde los años 70: con el mayor respaldo político, financiero y popular a una
igual participación de hombres y mujeres en la educación de los hijos.
Como sea, en Europa, América Latina o África,
“hay cada vez más hombres que no quieren ser estos proveedores, autoritarios”
que muchos esperan de ellos, insiste González Pagés; pues “no se trata de
feminizar a los hombres sino de que masculinidades y femineidades tengan los
mismos derechos”.
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