por Rose Espínola
Universidad de Pennsylvania
Hoy en día las mujeres suelen pensar que hemos logrado la igualdad. En mi país, los Estados Unidos, las aulas están llenas de mujeres y las mujeres se han incorporado más y más a la esfera de trabajo. Pero como discutimos en la última clase, la incorporación de las mujeres a las escuelas y a los lugares de trabajo no tiene nada que ver con los sueldos ni con el trabajo no remunerado. La desigualdad entre los sexos sigue existiendo en el empleo. Para poder cambiarlo primero las mujeres y los hombres tienen que reconocer que la desigualdad sí existe hoy día en el empleo y luego tomar pasos para crear un mundo en que el trabajo de la mujer tiene un valor igual a lo del hombre.
Para resolver el problema de la desigualdad de género dentro del empleo primero tenemos que reconocer que sí existe. En el ensayo “Las mujeres jóvenes y en el mercado de trabajo: entre los datos y los discursos,” Inma Pastor explica que la mayoría de las mujeres que ella entrevistó creen que ya no hay desigualdad de empleo. Con la explicación de posibles situaciones de discriminación, las mujeres reconocen que sí hay desigualdades pero en lugar de culpabilizar a las organizaciones, ellas culpabilizan a la sociedad en general a hasta a las mujeres mismas. Sin embargo, Pastor demuestra que el empleo no es igual para los hombres y las mujeres. Las mujeres ahora tienen más oportunidades con respeto a la escuela y al empleo, pero sus niveles de desempleo y subempleo son más altos de los de los hombres. También las mujeres reciben salarios mas bajos y están concentradas en algunas ramas de actividad. Necesitamos reconocer que esta desigualdad si existe.
Además necesitamos reconocer que hay una desigualdad intragénera. En su ensayo “El empleo femenino en España y Europa: Cambios y continuidades,” Pilar Carrasquer escribe “El denominador común de las desigualdades entre hombres y mujeres no obsta para obviar las desigualdades, no sólo económicas, sino también culturales, entre las propias mujeres.” Eso quiere decir que las mujeres de bajo nivel socioeconómico sufren aún más que las de un alto nivel socioeconómico. Eso complica el discurso del género y el empleo; los intelectuales tienen que pensar en la situación de las mujeres pobres y con poco capital social. Debemos pensar en los países en desarrollo. María Elena Cardero explica en “El empleo de las mujeres en México y la apertura comercial” que el libre comercio ha creado trabajos para las mujeres pero muchas de ellas han tenido que trabajar en la industria maquiladora para sueldos demasiados bajos. Además, el incremento de las mujeres mexicanas que trabajan desde la apertura comercial tiene mucho que ver con el incremento del desempleo masculino, el incremento de los precios, y los sueldos estáticos – todos cuales son efectos de la apertura comercial en México. Las mujeres mexicanas sufren una situación aún más grave que la situación de las mujeres en países desarrollados. Cuando los académicos y los políticos están pensando en soluciones para la desigualdad del género dentro del empleo, también tienen que reconocer que existe una desigualdad intragénero.
Pensar en el ensayo “Mujeres, mercado laboral y trabajo precario en Ecuador” por Alison Vásconez nos ayuda entender la desigualdad entre las mujeres pobres y ricas dentro de los países en desarrollo. Vásconez reitera la existencia de subempleo, desempleo, y sueldos bajos para las mujeres (está vez en Ecuador), pero también nos explica que las mujeres pobres sufren aún más que las mujeres ricas. La situación de las mujeres pobres es peor porque suelen tener más hijos, menos educación, y menos acceso a redes sociales. Así es que mientras estudiamos la intersección del género y el empleo, debemos poner atención en especial a las desigualdades intragéneras.
Resolver las desigualdades de género dentro el empleo no será fácil. En su ensayo “La cohesión social, las mujeres trabajadoras, el empleo y los ingresos,” Janina Fernández Pacheco explica que “no se abaten siglos y siglos de exclusión en unas pocas décadas.” Como discutimos en la última clase, tenemos que tomar pasos para llegar al fin de la desigualdad del género. Tenemos que luchar contra las “reglas del juego” creado por la cohesión social. En su comentario “Para conseguir la equidad de los géneros respeto al empleo se requieren políticas de empleo integrales,” Fausto Miguélez declara “tener ingresos estables provenientes, directa o indirectamente (pensiones y jubilaciones) del trabajo y mejorar paulatinamente las condiciones del mismo inclina a las personas a la aceptación de determinados valores que son vistos como la garantía de aquellos objetivos.” Pero aceptar esos valores nos hace daño. Tenemos que luchar contra esos valores y pedir una cohesión social que promueve la igualdad de género dentro el empleo. Corina Rodríguez Enríque sugiere que Argentina adapta un sistema de la renta básica en su ensayo “La propuesta de la renta básica.” Ella explica “Por sí sola, no permite garantizar la mejora en las condiciones en el mercado de empleo y la situación de equidad de género.” En el ensayo “Desigualdad en el mercado de trabajo y en la economía: situación y políticas publicas” María Pazos Morán también sugiere algunas políticas que podrián contribuir a lograr la igualdad dentro del mercado de trabajo. Por ejemplo, ella propone el permiso de paternidad igual al de maternidad y también la educación infantil de 0 a 3 años. Lograr políticas así nos ayudará llegar al fin de tener igualdad de género dentro del empleo. Es el paso después de reconocer que todavía no existe la igualdad dentro del trabajo. Estoy emocionada porque ya ha empezado el movimiento. Nada más necesitamos que más personas se den cuenta.
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