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Sunday, May 3, 2020

¿Padre es cualquiera?





Segunda sesión- Padres en cuarentena ¿al cuidado de sus hij@s?


 Por  Dr. Julio César Gonzalez Pagés

La inexistencia de políticas públicas dirigidas a la orientación de los padres a una mejor asunción de los roles paternos; la resistencia de los propios padres a romper con los estereotipos rígidos, construidos y asignados socialmente a ellos; y el temor de que proporcionar más cariño, amor y dedicación a los hijos/as, afecte su condición de hombres masculinos y la de los hijos —en caso de que sean varones—; no permiten una verdadera mejoría de las prácticas paternas.

Los hijos/as necesitan recibir el mismo grado de afecto tanto de la madre como del padre. Precisan saber que el padre cumple otros roles en su cuidado, y es capaz de brindarles un beso en un momento de felicidad o un abrazo cuando requieren apoyo. Sentir ese contacto directo con el padre, les demuestra que existen y les importa.

Contribuir a revertir esta situación no es tarea fácil, pero debemos empezar por nuestro propio núcleo familiar. No importa si no somos padres. Desde nuestros papeles en la familia —hermanos/as, tíos/as, abuelos/as, etc. —, podemos incentivar tales cambios. La cuestión está en si seguimos reproduciendo estereotipos y patrones de conducta socialmente establecidos, o si luchamos contra ellos, en pos de un mejor disfrute familiar.


 ¿Padre obligado o padre colegiado?
  
Históricamente se ha visto a este padre obligado o colegiado como la representación familiar que encarna los atributos patriarcales de la valentía, heterosexualidad, autoridad, severidad e inteligencia. Una imagen encerrada en la dicotomía de ejercer la violencia y de proveer bienes materiales al hogar. El padre es también una figura biológica; pero más que esto, el hecho de ser padre trasciende a lo social. Si bien en épocas pasadas, cuando las familias vivían escenarios sociales más rígidos y restringidos, que incluso se extienden hasta la actualidad, en las que se necesitaba obligatoriamente de la presencia del padre natural de los hijos en la familia —fuera alcohólico, mujeriego o violento para con sus similares—, desde los años sesenta del siglo pasado, se nota una singular mejoría en este sentido.

Una de las problemáticas que enfrentan las sociedades de hoy en día, se refiere a la distinción entre padre biológico y padre social. Nuestra sociedad reconoce la legitimidad del padre genético, es decir, el que junto a la madre genética, procrea descendencia biológica. No importa si esta pareja se divorcia, el padre de la criatura seguirá gozando de derechos y deberes legítimos aprobados por la ley. En cambio, a un padre social —el que cría al hijo/a—, no se le reconocen los mismos deberes y derechos. Es una contradicción, pero es una situación socialmente aceptada, aunque en muchos casos, los padres no genéticos se comportan mejor que los biológicos. La figura paterna es vista erróneamente en los diferentes contextos sociales, como desprovista de ternura, afecto, comprensión e incapaz de transmitir sentimientos que históricamente se le han atribuido a la madre con respecto a los hijos/as. Una vez más hallamos otra coincidencia con el estereotipo del ideal masculino, que perturba en proporciones inimaginables, la relación padre-hijo/a e, incluso, se afecta la del padre con la madre.



 ¿Es tan difícil darle el cuidado a un padre?

Cuando se define al modelo hegemónico de masculinidad presente en nuestras sociedades, la paternidad se encuentra vinculada de manera directa con características como: proveer el sustento económico, ser autoritario, mostrar una personalidad fuerte, firme, racional y con una ausencia —al menos de manera tangible— de emociones y afectos. Se evidencia en esta definición el contraste en todo momento con el paradigma paralelo de la maternidad, signado por: el cuidado directo, la comprensión, el cariño, el sustento emotivo y el contacto físico, entre otros.

El asumir la responsabilidad del sustento económico de los hijos/as, es uno de los mayores retos impuestos por el modelo de masculinidad hegemónico a los hombres. En infinidad de ocasiones no percibimos que el cuidado es una habilidad que se aprende a lo largo de la vida. Desde la infancia las mujeres practican el cuidado infantil, son estimuladas, por ejemplo, a jugar con muñecas, poniendo en práctica lo que supuestamente les espera: la vida doméstica. Cuando un niño incluye entre sus juegos temas o juguetes relacionados con el hogar, es censurado y castigado.

Existen tribunales de familias y grupos de mediación donde los hombres se pueden asesorar de alguna manipulación de  este tipo. El Código de Familia y las leyes en Cuba no dejan a los padres fueras del derecho de paternidad. Muchas veces concepciones machistas erradas no permiten el cumplimiento de leyes donde el derecho de ambos está reflejado. Aunque la igualdad ante la ley no lo es ante la vida, el conocimiento de la misma nos libera de abusos y castigos innecesarios en el ejercicio de la paternidad o maternidad.

En Cuba se aprobó en el 2003, el importante Decreto Ley número 234 que permitió, por primera vez en la Historia Nacional, que los padres de un recién nacido tengan derecho, como las madres, a dedicarse a su cuidado. Hasta Los medios de comunicación le dieron amplia difusión, y Tomasita Quiala, una repentista de música campesina, dedicó la siguiente rima:  
El padre puede cuidar
la fruta recién nacida
desde que llega a la vida
y le da luz al hogar.
El poder amamantar
es materno solamente,
pero el padre competente
llena de pomo el cariño.
Si para cuidar a su niño
el amor es suficiente.

Cuando se define al modelo hegemónico de masculinidad presente en nuestras sociedades, la paternidad se encuentra vinculada de manera directa con características como: proveer el sustento económico, ser autoritario, mostrar una personalidad fuerte, firme, racional y con una ausencia —al menos de manera tangible— de emociones y afectos. Se evidencia en esta definición el contraste en todo momento con el paradigma paralelo de la maternidad, signado por: el cuidado directo, la comprensión, el cariño, el sustento emotivo y el contacto físico, entre otros. l asumir la responsabilidad del sustento económico de los hijos/as, es uno de los mayores retos impuestos por el modelo de masculinidad hegemónico a los hombres. Fracasar en este deber se convierte en una fuente de humillación, capaz de generar un aumento en la práctica de episodios violentos hacia los hijos/as y la pareja, motivado por la frustración de no poder cumplir con las expectativas que la sociedad ha puesto en ellos.



¿Paternidad homosexual?

Esto es aún un tema pendiente para la comunidad LGTBI que tiene otros derechos que reconocer primero como los matrimonios,  uniones civiles o como se le quiera nominar a la relación de parejas del mismo sexo de forma legal. La adopción parece aún un tema no cercano en reconocerse con inmediatez. 

La sexualidad y  sus opciones no se promueven con proselitismo o campañas para promover derechos ineludibles de la comunidad LGTBI. La orientación que elegimos pasa por el gusto personal y las prácticas que tengamos de las mismas. Es absurdo pensar que los niños y niñas  son miméticos en reproducirlo. Bajo este concepto no existieran población LGTBI ya que la promoción mayor y más legitimada es la heterosexual. 

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