En la foto
panel integrado por David Blanco, Rochy Ameneiro, Julio César González Pagés,
Marilyn Solaya e Isabel Moya.
Panel
“Artistas por la no violencia contra las mujeres y las niñas”
Por Helen Hernández
Puede que sea el
desgarrador relato de una mujer maltratada narrado en el libro de una autora
contemporánea; un concierto que llama a prevenir la violencia en las nuevas
generaciones; un documental que polemiza sobre los masturbadores públicos; el
ensayo que describe una problemática actual de las mujeres cubanas o un cuadro
donde se retratan los perjuicios del machismo. Lo cierto es que en los últimos
años la cultura ha funcionado como espacio amplificador de las luchas contra la
violencia hacia las mujeres y las niñas en la sociedad cubana, una realidad
evidenciada.
Lo anterior quedó
demostrado el pasado miércoles 13 de febrero en el Pabellón Cuba, sede de los
jóvenes en la 22 Feria Internacional del Libro de La Habana,
durante el panel “Artistas por la no violencia contra las mujeres y las niñas”
coordinado por el historiador Julio César González Pagés, al frente de la Red Iberoamericana y Africana de Masculinidades (RIAM). Con la
idea de visibilizar algunos de los proyectos culturales y artistas que se
sensibilizan con esta causa, la sesión permitió conocer futuras acciones e
iniciativas dirigidas a prevenir la agresividad machista desde los productos
culturales.
La Editorial de la Mujer de
la Federación de Mujeres Cubanas se inserta a las actividades por promover la
lucha por la no violencia contra las mujeres y las niñas al poner en
disposición del público varios títulos que abordan aristas de la realidad
social de las mujeres y los hombres en la Isla. Isabel Moya
Richard, su directora, presentó el libro de González Pagés Por andar vestida
de hombre, editado por esa casa de publicaciones en 2012. El volumen
constituye un ejemplo de la bibliografía que los últimos años ha sido publicada
en el país sobre temas de género, pues recoge la pesquisa sobre la vida de Enriqueta
Favez, una mujer de origen suizo que en el siglo XVIII se atrevió a desafiar
las leyes que prohibían a la mitad femenina cualquier incursión en la vida
pública, y travestida de hombre logró ejercer la medicina en la ciudad de
Baracoa, en el Oriente de Cuba. Al descubrir su afrenta por la delación de una
criada, Favez fue severamente juzgada y deportada del país.
Según Moya, este ensayo
permite no solo aprender de aquella historia, sino mirar y revisitar nuestro
presente. La estudiosa sobre temas de género señaló entre los aportes del libro
el hecho de que no se detiene en la historia de Favez, sino que recorre la
historia de otras mujeres que se atrevieron a romper esas fronteras dicotómicas
establecidas entre lo femenino y lo masculino. “Este libro es un momento de
continuidad en la obra de González Pagés, y a la vez abre puertas a nuevos
caminos”, enfatizó.
La realizadora Marilyn
Solaya compartió la primicia de su próximo filme, Vestido de novia, que
la convertirá en la tercera mujer en rodar un largometraje de ficción dentro de
la industria cinematográfica en Cuba. La película, en fase de producción, se
desarrolla en 1994 y cuenta la historia de dos mujeres transgresoras que luchan
por defender sus proyectos de vida en el contexto de un país machista y
prejuicioso. La obra de Solaya se ha caracterizado por su postura crítica ante
el sistema patriarcal, con documentales como Mírame mi amor, sobre los
masturbadores públicos en la Capital, y En el cuerpo equivocado, basado
en la historia de la primera transexual operada en Cuba, en la década de los
80.
De la música, apareció la
voz de la cantante Rochy Ameneiro, quien lidera el proyecto Todas Contracorriente por la visibilidad integral de la mujer
en las artes y por la promoción de una cultura de paz. La intérprete explicó
las diversas acciones emprendidas por el proyecto desde 2011, entre ellas la
realización de conciertos, videoclips, talleres de sensibilización y una gira
nacional en 2012, celebrando el centenario del feminismo en Cuba. En esa
oportunidad, Rochy recorrió junto con su grupo y varios miembros de la RIAM 18
provincias del país, en las que se realizaron talleres sobre la violencia de
género en la música y el audiovisual para más de 3 mil estudiantes. “El
nuestro es un proyecto inclusivo para hombres y mujeres que defiende la equidad
utilizando la música como soporte”, expuso la creadora.
Por su parte, el cantautor
de pop-rock David Blanco acaba de integrarse a la Campaña por la No Violencia
contra las Mujeres y las Niñas que realizan varias instituciones, activistas y
organizaciones no gubernamentales en el país. Junto con la RIAM la música se
comprometió a difundir en su quehacer artístico y en sus presentaciones en vivo
mensajes positivos dirigidos a las nuevas generaciones.
Blanco es uno de los
rostros que identifica, desde 2006, campañas de prevención de las Infecciones
de
Trasmisión Sexual y el VIH/sida. “Me gusta unirme a las causas positivas que
intentan sembrar una semillita en las mentes de los jóvenes”, significó el
cantante a La Jiribilla.
“Cuando uno tiene un
micrófono puede denunciar la violencia, un problema que está haciendo mucho
daño en el mundo, pero a veces los artistas se encierran en su burbuja y este
tipo de campañas ayudan a poner los pies en la tierra y luchar por
resolverlos”, agregó.
La débil promoción de las
acciones dirigidas a enfrentar problemas sociales como la inequidad y la
violencia de género es una de las razones por las que la Feria del
Libro cedió un espacio para exponer este tipo de proyectos.
“Mientras más personas nos sumemos a esta causa, la cultura de paz será más
divulgada”, opinó Ameneiro.
Los últimos tres años
evidencian un impulso en la incorporación de artistas a la lucha contra la
violencia de género. Para Isabel Moya, “si bien es cierto que existían algunos atisbos
en la literatura de las novísimas y en algunos ensayos en la visibilidad de
estos temas, estos eran esfuerzos aislados o motivados por los intereses
creativos individuales, pero carecían de un acompañamiento institucional”,
explicó la estudiosa a La Jiribilla.
No obstante, falta superar
los circuitos alternativos en que todavía se mueven estas iniciativas y llegar
a los medios de comunicación. “El desafío está en marcar una presencia menos
puntual y hacerla constante. No solo se debe impulsar la regulación o
autorregulación sino sensibilizar y desarrollar en decisores y programadores
culturales la mirada de género”, concluyó Moya.
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